Mark Ruffalo es del tipo de hombres que te gustaría toparte en cualquier lavandería. Observándote tímidamente mientras escribes en un cuaderno con hojas rosas, sobre esa mesa de cafetería donde no sirve la maquina para el expreso. O que te invite a pasar habiendo esas pilas de libros en lugar de asientos por toda la casa. Justo como en Mi vida sin mí. Quizá, el típico freak que usa lentes de pasta, de esos que aún escuchan mucho a The Clash y se drogan mientras trabajan, tal como en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Supongo, a pesar de todo esto, ese hombre no sería mi primera opción en absoluto. Y aún no veo aquella película del director brasileño. Pero ah... que sería lindo que se enamorara fatalmente de una agonizante – como yo – como lo hizo del personaje de Sarah Polley. ¿Por qué Mark Ruffalo casi siempre hace de tipos retraídos? Como en Si yo tuviera 30, y ahí era un fotógrafo que antes fue ese niño regordete del que todos se burlaban. Yo pude amar a un hombre así. Supongo, yo me supongo. Uno ve que a ese individuo el amor le duele. Tal vez un hombre como Ruffalo entendería este dolor de ahora. A lo mejor también Daniel, el raro. Junto con esos complejos y cuestiones muy a la Pessoa. Y si estuviera aquí. Si él estuviera aquí no hubiera pasado todo eso. Aquello, lo que fuera que sucedió hace unos días o apenas ayer. Venir en los ratitos libres a escuchar el soundtrack de Spanglish y derrumbarse. Como se deshace una ladera pronunciada o los glaciares en estos tiempos. Esperar a que se hagan las cinco de la tarde para marcharte sola – afortunadamente – a ese cine donde cobran más barato el boleto. Tal vez si fuera con Mark no sería lo mismo cuando entro a este café italiano donde tocan mala trova, donde la señorita que atiende la caja te mira un poco mal, por que sabe que no tienes ni jodida idea de lo que estas haciendo. Eso de ver a la gente y no verla, de decir sin temblar “me da un capuchino grande y frío”. “¿Capuchino frappé o frío?”,…dije frío”. Ah bien. ¿Qué esas mujeres se sienten mejores por que no les afecta el aire acondicionado? O por que usan un sistema automatizado propio de las franquicias, y alguien como yo, ¿se confunde entre tanta gente?...Bah, yo que sé. El punto era que como siempre los domingos veo demás el televisor y pienso en Mark Ruffalo sin pensar realmente en él sino en lo que representa para esa pobre Sarah Polley con un tumor que invade sus dos ovarios. Adorarlo cuando al final de la película le dice “no quiero verte marchar con otro hombre” o “soy un hombre típicamente enamorado”. Y no pensarlo, no pensar que yo tampoco quiero cualquier cosa que implique la palabra: marchar. Y ahora estar enamorada. Por qué lo más seguro es que yo lo haga y tú lo hagas – aquello de marchar -. Pues yo sería del tipo de mujeres, que se abandona con la mugre en cualquier lavandería. Y tú serías quien se duerme en la lavandería y un tipo como Mark te observaría, atentamente.
1 comentario:
Lo cierto es que yo quisiera entonces tus ojos, antes que los de Ruffalo, antes que los de cualquiera.
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