Detesto los ‘closed’ signs entre tú y yo. Las horas donde lo único que nos queda un ‘no te vayas’, no puedo quedarme, ‘ya no tengo dinero’. Y los etcéteras donde no cabemos más. Todo eso me duele flotando sobre el aire de la risa. Compréndeme. Es decirte: te preciso a una hora donde no puedes estar. Y lamentarlo, pero estar feliz cuando llegues cualquier día en forma de papel. Desearte besos, chocolate y cigarrillos. Que no tenga nada que ver yo con eso. Pero de igual manera querer tus manos para soplarles vida azul. O crecer dentro de la espalda como arbustos, tal tus poemas oníricos dentro de mi oído. Necesito cantarte a media noche. El íntimo sonido mío haciéndote pájaros sobre el cuello. No sé cómo nace mi afán de perpetuarte el amor, despacio. Arrullarte. Comer de ti. Hablarte hasta que no sepas más de los otros. Sólo mi nombre en tu barbilla. El juego perpetuo de buscarnos debajo de las cosas. Nuestros relatos de lluvia humedeciéndolo todo. Imitando a los adultos en sus prácticas de odio mientras beben café. Te digo que no lo sé. Esta, nuestra vida torpe, nos tiene confundidos. Te digo que no lo sé cuando me preguntas el por qué de mis abrazos. Mi hambre de los huesos tuyos. Bajo el frío de maquina nocturna. Parece que volvemos con otros ojos y otras bocas, que se buscan. Como si no fuesen nuestras, y en pretérito.

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