FOTO ©2004-2011 ~AlexWilson
Creo que en treinta segundos voy a besarte. Me has dicho que el cabello largo me queda bien, y tu cotidiano ‘ha pasado el tiempo’. Yo te sonrío. Bebo mucha agua. Te cuento sobre mi dolor de cabeza y náuseas. No haces mucho, sólo te preocupas, das recomendaciones y me hablas sobre ella. Tienes otro acento. A mí me vienen recuerdos infantiles como la vez que me mordiste el hombro mientras te leía un poema, mis celos apenas (inútiles) ante tus parejas anteriores, y el cachorro que rescataste de la calle y luego tuviste que devolver. No me preguntes en ese momento por qué. Por qué mirarte. Detenidamente. Estas cosas sucedieron todas ‘hace tiempo’. De cualquier modo cierro los ojos cuando tú volteas. Hago como besarme con las manos. Luego me vistes entera con parpadeos. No sé como lo logras. A veces parece que susurras para que no escuche. Es negar. Ocultar. Minimizar. Es tal aquella vez; mi imagen egotista ‘no necesito a demasiada gente en mi vida, lo sabes’. Quería decir solamente tú me eres necesaria, y los demás salían sobrando. Pero no te lo ponía así. Por eso las risas a veces. Estoy pensando. Sin que signifique mucho. Tenemos calor. Tenemos frío. Y ya, te sonrojas. ‘Mira un momento a la mesera, te pregunta si necesitas algo’. Y yo mirando sus zapatos: no, nada, gracias. Muerdes tu boca. Según ibas a dejar de hacerlo en mi presencia. El lugar se inunda y todos te conocen. Me intuyes la molestia y el desprecio. Ya, ya se fueron, querida. Y no te he besado todavía. Es chistoso como nos cambia el tono de voz. Muy susurrado. O comiendo las palabras. Saborear nuestra conversación de todo y nada. Simulamos que nos queremos. No te he besado, no todavía.
‘¿Qué harás cuando te marches a casa?’
– No lo sé. Probablemente me acueste con alguien
...
Reconoces que esto de odiarlos a todos, no nos sirve de mucho. Estamos fumando como a los diecisiete y me rasco sobre la clavícula. No comprendo mucho. Permanecer en departamentos, sin dormir, hasta las ocho de la mañana. Amanecer en el suelo. Vodka barato. Eso ya no es usual. Te repites: mañana domingo. Mañana domingo como si hubiese algo. De pronto te esfumarás. Heredarás una fotografía que muestre lo grande que soy, y lo insignificante. Pero tendrás memorias de mis orgasmos. Y de mi música. No hacer mucho los sábados. Buscar momentos para saltar de la cama y morderte los pies. O nada de eso. Las letras están ahí, eso, seguro. Como un mapita inconcluso que me di la tarea de hacer para el naufragio. Y mi sudor. Y mi insaciable cadera. Sobre todo la mirada perdida al anochecer. Y que no me peino jamás. Pero estamos oliéndonos los brazos y acariciando las cortinas. No sé que hacer contigo.
[A los demás puedo odiarlos, al menos]
1 comentario:
Ya sé lo que me pasa contigo: soy adicto.
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