Hacíamos las cosas incorrectas. Yo bebía hasta que me encontrabas, yo sufría de verme hasta que me encontrabas, yo viví para encontrarte.
Pero entonces no te conocía. Entonces no me conocías. Entonces éramos gentes en el pesado tráfico, nos mordíamos las muñecas cuando nadie nos veía reírnos, sernos, un rechinar de ansias batiéndose en la boca. Nos adentrábamos en el bullicio cuando nadie veía. Los amores eran cuestiones de colores brillantes que cegaban los sentidos, la mirada era negra, negra, todo era negro hasta esa misma luz. Era la imposibilidad en la oscuridad de mi cabello. Una espesa vacuidad que tantas veces le cantaba serenatas a un balcón que nunca abrió la puerta. Pero el esplendor estaba allí, tú no estabais allí. Estaba alguien, alguien estaba. Jugaba con mis omoplatos y me daba más alcohol. Yo bebía para beberle. Yo cantaba para saberle, canté para llorarle. Y era todo muy lo mismo.
Tenía fragilidad en los hombros y la cara descompuesta. Vamos, vamos, todos me decían vamos. Así se aprovechaban para manosearme. Me dejé tocar, para tocarle. Me dejé estar allí para sentirle. Sentí antes para hacerme un hueco. Abrí la puerta, ella abrió la puerta para que entraras. Luego me hacía muy dulce y decían que algo malo me ocurría. Decíamos; esto está mal, debimos ser buenas personas –o muy malas personas- para merecernos esto. Pero como ya no importaba, como ya todo estaba allí para encontrarte. Me rendí.
Hacíamos todo para jugar a lo difícil. Son los juegos de amantes, apenas. Lo hacíamos, en serio. No era ir al supermercado, la lavandería, mi azotea –que no era mía- pero que primero nos vio. Primero nos vio, seguro lo recuerdas. Los megáfonos afuera anunciaban campañas políticas y yo pensando: esta mujer se pierde la tarde conmigo. Yo pensando que casi –casi- era mía la posibilidad de poseer a alguien sumamente improbable. Que aquí amaras mis palabras. Qué allá, entonces, mis contradicciones desmedidas, los malos hábitos. Que me quiera follar a algunas, lo digas: sé que es mentira, y sé que es verdad. Algo así, fue algo así. Dijiste. Pero después fue hacer algo maravilloso contigo –y dos veces-.
Hacíamos todo al revés, hasta dormir con las manos cerradas. Ahora juego los dedos como abriéndome a tu roce. Y bebo específicamente para derretir palabras que siempre sabrían a la primera impresión; yo tenía el cuerpo desmedido con sangre diminuta que dejaron ciertos dientes. Alcanzaba a ser trovador de una banqueta, me dolía en lo desconocido de ti, la flaqueza de pertenecerle a quien no me encontraba nunca.
Pero viví para encontrarte. Viví para encontrarte. Y bebo un poco en esta línea.
1 comentario:
Me gusta como cuentas las historias. Tus palabras no son nocivas para mi. Me gusta tu blog y desde hoy te sigo... Un abrazo.
Publicar un comentario