Ella se va cuando anochece, y me queda
el ruido de la gente que no me puedo soportar.
Queda también, una música verde y su silueta blanca,
como desvaneciéndose entre cosas
y tumultos eclesiásticos,
como derritiéndose por fin
entre frágiles mareas en el ocaso.
Y mi voz le canta un ‘tonight’ en un ritmo de Idaho,
y pensamos, y decimos que simplemente
no se puede ser más exacto
o más perfecto
oscurecer
sobre el columpio de su pestañeo.
Although,
existen, ciertos placeres vespertinos innombrables.
Están los de cama, los de sofá, y los de piso
están los del aire, los del agua, los de raíces
y están los de escuchar un ukelele mientras
le dices adiós, hasta mañana,
y te muerdes los labios.
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