lunes, 29 de agosto de 2011

"Hello, My love"




No. Tú estás aquí. Hay algo que prevalece en tu resistencia. La mirada del tango  que no te he dado, mi cintura apenas, rodando por el piso. Hay algo tuyo entre estas piernas, ya es hablar demás. Pero sí, prevaleces. Como si fuese un frío que entra en la planta del pie izquierdo. Estás. Es como decir: hay pequeños pasos impronunciables en mi cadera. Decir otra vez: Sí, prevaleces. Se me rompe la piel sobre la espalda y maldigo mis excesos. Y es poco, ya ves. La habitación es pequeña. Hay agua en los vasos y en las rodillas. Los días continúan inevitablemente su don de fluir entre las cosas. Tengo cierto plan, y unas zapatillas azules que no voy a presentarte. Quedaran casi tristes debajo de la cama. Pero la verdad es que, envuelvo la pintura con mis manos, como dando una forma a una anatomía que aun no aprendo a descifrar, y se derrite entre mis dedos.  Hay gravedad en los líquidos. Inflamaciones oscuras y delicadezas sombrías. No. No tú no estás aquí. Estás en algún sitio bajo barrotes. Estás como palpitando y dando balazos a los muros que, aun no te destruyes. Pero sí, es que no hay soledad ni tristeza. Hay tragos resbalando por la garganta y frío. Un frío, no sé si tenga que ver contigo. La verdad lo dudo. Contigo vienen los sonoros desastres que no recorro, más bien por decencia. Cuando lo hago es realmente por dulzura. Y no. No. Es un rehilete que se convierte en vórtice que me pronuncia despacio. Todavía no lo reconoces.  Aprendes a pasos diminutos porque las palabras así lo requieren.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------Y estás aquí.

Estás contando los relieves de una cara que no has besado lo suficiente. Aun. Y hay devaneos que adormecen al final. Ya te lo explico. Es revivir un poco entre movimientos incomprensibles a nuestros cuerpos. Hay algo que prevalece a la medida de la madrugada. La verdad es que al despertar, el temblor es lento. Que ahora queda estar con el cigarro entre los labios, como un adiós, con una sonrisa resbalándose a arañazos de la boca. 

martes, 23 de agosto de 2011

Lenta la noche II





Ya sé que te dejo así, ya lo sé. Estabas esperando la caída y no fui más que delirantes subidas desde un abismo. Y lo contrario. Me callaba -a momentos- suspirabas -a momentos-. Todo se disfraza de azul. Un azul nuevo que no comprendemos. Agua entre los muslos, y mi voz, que si no me dices te juro que sé que la amas. Mira, la gente piensa a veces en  nosotros y se masturba (la mente al menos) esto te lo digo bajito en el oído, y sonrío. Inevitablemente. Hay esa música. Las voces graves de nuestros artísticos ombligos entre la sombra, y la luz pese nuestra oscuridad, de las botellas de cristal fundido a no sé que cantidad estratosférica de grados Celsius.  

                                                      [Este dato técnico te fascina y lo escribes en un cuadernillo cualquiera. Pero intento regalarte mis rodillas]

Y tú no me creías. Pero haces tu guerra deforme. Huyes cuando faltan veinte minutos para las nueve. No me crees que por las noches me peino y me visto para no sé que fronteras divisorias, como debajo del mar, como danzando bajo del mar con interesantes obsesiones por la arena. Llegar al fondo así. Estamos sopesando profundidades extremas. Sin embargo preguntas, supones, que la medida de la estancia infiere en si tengo la fuerza suficiente en los ojos para verte aun de madrugada. ¡Ah cariño! esto es tan lento. El delirio de las dentelladas al aire, que me quedo quieta. Y yo, que casi apuesto tu llegada y tu venida. Abro las ventanas y las puertas. Me vuelvo más yo, como hace años. No te lo sé explicar. Levanto especulaciones falaces. Y bailo con una copa antes de aterrizar en la cama, tú me conoces el cabello suelto a medio lavar, jugándote en la cara hasta que te rindes al terrible y estrepitoso salvajismo de mis manos. Que te dejan así, como si nada.




viernes, 19 de agosto de 2011

Habrá de ser un tango nuestra herida*


Quería decirte algo -que no se te olvide- y te haga caer
 muy
                    len ta mente
                                            en


                                                       el
                                                                 suelo. Tengo los ojos irritados, limitados y empieza a darme mi dolor. Y calor e inocencia. Una guitarra suena, y no recordaba la cartera detrás de mi pantalón. Ni los cigarros. Tampoco esas depresiones de mi madre, pero no sé, no sé cómo decírtelo todo junto, en una sola palabra que no olvides nunca. Así, para que me lleves contigo antes de que nos comience a dar sueño y aquél apetito feroz. De las cosas que no hacemos, y no haremos nunca. Debo comprender la intoxicación que nos enaltece, y que si nos descuidamos, nos nubla. Debo comprender el silencio después de las notorias muertes que se observan en las esquinas ¿las notaste? Cada esquina es una muerte y más si observas quien las habita.

                                                                            .  .  .
Los acordes se hacen casi tristes. Pero es como quien comienza a acechar, y el otro no se da cuenta. No se da cuenta, de los mínimos movimientos con las manos, y los grandes con la boca. O el cabello. No reconozco esto. Son los ojos, y las no palabras. Las no palabras underneth it all, una canción impronunciable cuando todas las luces se apagan. Y ya, comienzo a cerrar todas las puertas. Me queda el té y los cigarrillos. Me quedo allí como ferviente al corte fino de tu sombra. Y que no puedes conmigo, no puedes. En vano te busco hirviente entre la gente. Cuántos poemas se han hecho sobre eso, ya ves. Pero no tengo suficiente perfección para asesinarte ahora. Es como decirte que me juego la vida intentándolo. Que tengo miedo de esta edad en la que no te veo, y a mí los ojos se me caen de las ganas.  Es este radicalismo en las canciones. Dolorosas todas, de mujeres todas. Y sin hablar con tanta gente, está ese ruido…como tambores, como sollozos de mi país que tanto hemos amado.

                                                                              .   .   . 
 Al final quedan mis cuadros en su mutismo febril. Mis ojos no están, no existen, las personas no dicen adiós. Todo se vuelve mentira, y todo se vuelve realidad dentro de mis sabanas; y el calor de un cuerpo pequeño, que casi, casi me posee. Está allí, tibio, rozando mis piernas. Y quería decirte algo, principalmente, que te doliese de tal forma que volvieras a mí por los recuerdos. Que no pudieses regresar tan cerca de ti; llegar con mi voz aproximándose a tu espíritu, que no pudieses regresar a ti, a pesar de que todas las veces que te dejo libre
después de las tormentas.  

viernes, 12 de agosto de 2011

- fur rial-


A alguien le contabas que yo era irreal. No sé muy bien a quién pero lo hacías. Por eso te dejé una nota muy simple debajo de ese cenicero: estoy triste. Así, “estoy triste”, “e s t o y”, pero no estoy, la verdad no estoy. Y si estoy, es triste. Mis ojos se cansan de ver hacia todos lados y nada. Escucho muchos waltz a esta hora. Algo le falta a mi habitación, la veo tan vacía. Los cuadros de Vincent y Matisse parecen caerse de las paredes, así sin entenderlo. Y tengo hambre. Soledad y hambre, y frío. Pero no quiero decir tu nombre, ni en la nota he firmado con el mío. Hay mucho silencio embadurnado a mi piel. Creo que voy a dormirme. Necesito a mi séquito de amigos, o aquél que dices que existen sólo para velar nuestro sueño. Necesito que llegues, hace tanto tiempo que no pronunciaba esas palabras en ningún idioma familiar. Necesito que vengas. Estoy quedándome sin fuerzas. Completamente irreal. Esto no soy yo. Es que no soy nada. Y lo soy todo. Voy a contar hasta díez, hasta que me lo creas…un, deux, trois… y todo esto sucede aunque no me lo creas.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Sin hacerlo


Te voy a flagelar con un tipo de indiferencia que no has escuchado jamás. Mira, estos juegos son así, permíteme aclararte. Hay algo acerca de la majestuosidad de la música en ello, pero es que es todo arte. Hablo de arte como su tuviese puta idea, pero la verdad…es que no. La verdad que a lo mejor sólo sé traducir algunos sentimientos, algunas fotografías también. Algunos momentos en los que rozo mi piel con cualquiera y luego voy corriendo a lavarme. La verdad que no sé mucho de nada. De todo te hablo pero no sé nada. Y estoy harta de la gente que llega a decirte lo genial que puedes ser y una sólo quiere matarlos a todos. Hay sentimientos así, tú al igual que yo los conoces. Luego estamos dentro de los objetos, y muy frecuentemente esos objetos eran unas copas o un cuchillo. Me trasladaban allí, son indecencias muy mías. Luego solamente era tristeza de un instrumento arcaico, pueblos milenarios que no voy a comprender jamás y también una orquesta sinfónica. Te confunden con eso, sucede que te confunden. Y te haces muy grande o pequeña y temblorosa. Alguien desea venir a cuidarte. Pero tú anotas en un cuaderno viejo: encierra todo en esta hoja. Lo iluminado, lo mágico, las canciones de cuna. Los días cuando la nada ocupa sin espacio los lugares. Los cigarrillos que saciaban el hambre a los diecinueve. Pero al final conocíamos los atajos pertinentes para escaparnos sin llegar al telón. Es un escenario, Shakespeare decía (o es me parece) que la vida era un escenario. Y en estas noches modernas de mi edad veintitrés, colocamos parsimoniosamente todo en sitio de penumbra y luz. La música es sexual hasta los huesos, la amo sin medida, pero pertenezco a mundo donde me interesa que vengas, que venga, que todo venga para marcharme al minuto después. Ves, es lo que te explico, voy a tomarte unos segundos para pensarlo detenidamente. Los sonidos nos gustaran, mis sollozos te gustaran, y cada una de las vidas que voy a destajarte. Así, voy a verte, así desde lejos. Dime, ¿lo comprendes?, no sé muy bien cómo nos llamamos. Traté de esquematizártelo todo. Habemos gentes que llegamos para habitar donde tú no conocías. Tengo la hostilidad de un ser que distingue soledades y juegos pirotécnicos. Excesos y virtudes de folklores, placeres insaciables que te hieren mejor. Ay, casi me sucede extrañarte cuando menciono todas estas cosas. Sin hacerlo.

domingo, 7 de agosto de 2011

People you have been with


Agosto tiene un ritmo agitado e irreal. Los ojos duelen tanto que el sol y el aire traspasan la cortina a cualquier hora, y en la tarde. Y en la noche con lunas que nunca vemos, hiere de igual forma cuando si acaso sobreviven las luces de madrugada. Ya ves, te lo dije: Mi cuerpo consiste en mareas implacables que no comprendes un día domingo. También en callar, callar, sobre todo. No voy a decir nada demasiado formal. Ni continúo. El mes comienza y termina contigo o conmigo. Cómo explicarlo. Las situaciones son así si juegas con ellas y no puedes levantar su desastre. Decirte: voy a bajar a cenar. Que hay segundos que te pertenecen y de pronto dejan de existir; como tú dejas de hacerlo, todo, con extrema frialdad que ni yo entiendo. Decirte también “la voz me arde”, “hace calor”, “debo irme”. Girar rápidamente en la esquina, saludar a un anciano, sonreírle. Confesar que en realidad tengo poca paciencia con los niños. Ya ves, todo era verdad. Pero me deletrean a g o s t o, le explico a alguien que es también una película: Anthony Hopkins, y una actriz rubia de la cual nunca aprendí el nombre.  La vida de campo que va tan bien conmigo pero que no alcanzo a elegir o pude elegir un día. Y no sé. Aun con eso, hay ciertas flagelaciones pausadas. Pero seguimos. Nadie lo comprende, y tienes la sutileza de contarme cómo suceden estas cosas. Y tengo palabras y canciones que nadie te dará nunca. Música de bares inhabitables and I will kiss you again,  por si acaso. Dentro de la casa, en el pasillo, afuera, sobre el baúl. Todo ese montón de promesas. La gente se asombra. Nos preguntan y piden sinceridad como si tuviese que darles respuestas. Me dan su mano, horrorizada me escondo tras cualquier poste. La ciudad es grande, y es chica. Tan chica que a veces cabe entre mis pechos y se agita al compás del verano de agosto. Tú sabes, no me conoces, esto no ha sucedido todavía.  Por eso todo gira en un espiral y en vértigo, sopesamos la idea de repetir, de repetirnos. Como si fuese cierto el calor que nos invade.   

 

viernes, 5 de agosto de 2011

Lenta la noche I




Mentir un día. Mentir cualquier día. Mentir porque puedes, porque de pronto “así como si nada”, puedes destruirle la vida a dos o más personas. Y cada una, en todo caso, te sugiere vidas diferentes. Amores diferentes, besos diferentes, muertes sobre todo, distintas. Distintas a todo lo anterior. Y reconciliaciones imposibles, porque claro, no las quieres. Pero están todos los objetos allí, en las repisas, como hablándote y preguntándote “¿qué vas a hacer?” y no decir nada. Eres mayormente imaginario. Vamos, esto de ser mío o mía, duele. Eso yo lo sé. No tienes que repetírmelo cuando cierro la ventana porque nos escuchan. Porque las cosas corren despavoridas entre los muros huyendo de nuestro placer desdichado. Ese, de desdecirnos a todas horas. De no pertenecernos o que me pertenezcas tanto que ya no sabes tu nombre. Pero da igual, da igual, te digo. Porque puedo poner a Debussy y todo se calma. El filo de mis labios o la punta de mis dedos, quietos, y fuera de lugar. Mis pies, los pasos. Un silencio que no podemos esconder debajo de las luces cuando ya no parpadean en nuestros ojos. ¿Sabes cómo? Reconocer y desconocer. Esta indecencia mía y tu reflejo nulo. Ves, todo se calma. Es como llevarte entre los brazos y quedarse allí. Casi dormidos. Tener lentitudes impalpables mientras decimos adiós, y hablar demás y menos. Los ojos como descifrando verdades. Y vuelves a ser de ti. Yo intento dejarte libre. Claro que sigo inventando cosas sobre mi genial sensibilidad o los sueños. O las manos cuando se cuartean de tanto acariciarlas. Mentirte en ellas, dejarme ir también en ellas. (Etcétera).

miércoles, 3 de agosto de 2011

De cuando todo es el Adagio for Strings




Sí, hoy todo es Samuel Barber y su Adagio for strings, y no sé, quizá hasta la brecha se tiña de blanco.