Tener veintitrés de pronto, y una caja blanca donde encerrar las luces. Las manos, sus manos, las manos de otro, de otra, de la complejidad oblicua que significa estar aquí. Estar aquí, del otro lado, contar protuberancias y huellas dactilares. Líneas azules, piedras en el asfalto, tres correcciones: me-importa-poco. Respirar. Decimos; respiramos como hablamos, como amamos, y cuento minutos también en el espacio de la boca. El aire, nulo aire, la comprensión de marcharnos bajo siete luces que no brillan a las siete de la mañana, sino están allí. Quietas. Indecibles. Paralelas al piso, un piso que no se mueve, crescendo en los roces y elevaciones. Pero el piso no se mueve. Tampoco hablamos de elevaciones, no le hablé de elevaciones, no hablamos de la diminuta fuerza que ejercen dos cuerpos cuando explotan uno sobre otro o bajo del otro. Y está muy mal. Y está muy bien. Todo está como puesto y sostenido de extremo a extremo. Pensamos, conocemos el lugar, conocemos los pasos. Ochenta y cuatro de la puerta a la cuadra que sigue. Pensamos en las monedas, en la exactitud, en volver a casa. Distancias corruptas. O decimos corruptas porque te llama un taxi por si acaso te dedicas a otras cosas, además de escribir, pero por las noches. Algo más adecuado. Algo más como ella. Pero no lo sabemos. Te lo propusieron tres veces en un lapso de cinco horas. Pero todo es pequeño, todo se vuelve pequeño. Se cierra. Como los ojos se cierran y la mente, los pensamientos, las palabras. Encerramos palabras. Las incendiamos. Luego las colocamos en cierto orden para que duelan. Y no dejarlas que cumplan veintitrés, nunca. Para ser bebidas despacio como los besos, y morir, inevitablemente después.

3 comentarios:
Lo ame ♥, puedo decir mas, pero seria un maldito....
Redondo, geométrico, perfecto.
[Mis aplausos]
Barbie Ibiza
Viajé por tus palabras. Gracias por mostrarme tus luces...
Te sigo.
Un abrazo.
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