Te confieso, ansiosamente, que anhelo quedarme en casa todo el día, y besarte los ojos. Como el verano pasado. Yo te descubría. Me trasladaba. Me quedaba en trance contigo, y aun. Antes el color verde y amarillo. Diez minutos más, y mis distracciones. Ahora el frío azul o el violeta. El silencio que aprendías, lo memorizabas. Contábamos siete veces siete hasta que hablaba otra vez y comenzabas a amarme menos, y más. Ahora gritar ‘te extraño’. Y hay una tranquilidad de saberte allí entre las horas. Diciéndote que echo de menos las banquetas donde solía escribir. Que extraño mucho perderme sin dinero en los bolsillos. El amor que me flagela a todas horas. Incertidumbre de música sin letras cosquilleando en los ojos y las orejas. Desear definitivamente eso. Cualquier niño llegaba, me pateaba los zapatos despacio preguntando: qué haces con ese cuadernillo. Yo decir; es solamente algo que hago. Y los encuentros furtivos. Y los amantes asesinos. La dureza de amanecer. Que tu presencia me dicte los pasos siguientes o la estabilidad del estoicismo. El verano pasado estaba con Isabel, cocinábamos canciones, un tiempo. Me emborrachaba en casa de los tíos y comía pescado cerca del mar. Luego tú me llamabas. Luego tú aparecías. Echo de menos mi vida de niña, amor. Ahora uso uniforme y tengo dinero para vino del caro, sigo comprando del barato igual. Tengo las enfermedades del adulto que no duerme y se preocupa. Nunca me había dado tanto asco mi manera de vivir. Pero la gente me mira, y me dice “tienes veinte minutos”. O hay hombres de distintas nacionalidades diciéndome “te quiero hacer el amor”. No les digo que quiero hacerlo sólo contigo como sólo tú y yo sabemos hacerlo. Que mis manos te buscan de tal forma que únicamente pueden apretarme los muslos a los doce con treinta de la noche. Esperando el invierno.

1 comentario:
Te confieso, ansiosa y abiertamente, que contigo conjugo el verbo morder y la paráfrasis que hay en todos los inviernos. No quiero esperar el invierno, voy a ir a él rápidamente.
Barbie Ibiza
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