Normal que quieras irte, normal que quieras volver. Normal que llegues a casa, me mires [las piernas primero] es normal. Ese gesto tuyo, el brazo que se estira, la palma de tu mano empujándome hacia una pared. Que me coma el vértigo, que te coma a ti. Que así, como si nada, me muerdas el hombro donde tengo el lunar pequeñito. Una canción de Patrick Watson que me hace llorar cuando bailamos. Es normal que suceda tan rápido mi voz que no se detiene, no se detiene, lo sabes. Es un tren de furia resbalándose en tu cara. Voy a herirte, así, así, voy a herirte con cada susurro. Pero igual escuchas, igual abres los ojos y la boca, y los oídos como si pudiesen notar que se abren cuando hablo. Como si pudiésemos notar el cambio de la risa cuando se trata de nosotras, como si todo lo que se hace es para nosotras e igual mi manera de no verte o mi silencio acurrucándose en cualquier lugar de tu vientre. Es normal, es simple, es discreto. Preciso, perfecto, angular. Y te acuestas y me dices que tienes miedo. Yo, que en estos juegos puedes salir llorando y es mejor que desistas. Y es normal que me toques los labios, que rápidamente te separes de mí. La noche llega danzando con las piruetas de tu estela roja. Yo pensando en que me digas que te vas, pero que te quedas, te quedas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario