jueves, 13 de noviembre de 2008

Volver

Fotos por M. Waltz
13 de octubre Querida Brecha: Hay días donde ya no sé que hacer conmigo. Donde a lo mejor “volver”. Pero eso me sucede cuando duermo por largas horas, y sobre mí, una fina capa de sudor. Y la habitación pequeña. El nulo aire. Pienso en el Volver. Hacer aquello de vivir. Y ya no sé que hacer conmigo. Luego me despierto, busco sombras en la habitación. Rostros de niños en las paredes. Nadie en casa, puertas cerradas. Ya como a las dos de la tarde, alguna situación vuelve a la normalidad. Y digo: nada. Quisiera irme. Quisiera ya hacer algo conmigo. Después, la abuela pide que vaya a la tienda. Y cómo querer irse entonces. Si subiendo la colina, el viento. Camino a la tienda, a los lejos, las montañas. Cuando regreso a casa, y los tres en la mesa, querida Brecha, no quiero Volver. Hay momentos en que, hacer algo, lo que sea, no sé. No importa.
Días después, cuando la abuela salio muy temprano
Mi amor. Tan tibia y tan dulce. Ha parado de llover. Y la abuela todavía no llega. Ojala te prestara mis ojos. Pues, tengo la vista fija en la colina. Un poco hacia la barda. O lo que aquí se improviso como una barda. Es una serie de ramas y algunas flores de color rosa y rojo. Las que me comía a los cuatro y a los tres. Están también esas cazuelas de peltre por todo el jardín, alrededor de la banca de cemento. South San Gabriel en el aparato musical. Casi la lluvia ha cesado su alud. Estoy a la puerta, estoy esperando. Hay una soledad perfecta en este sitio de la verde nada. Como un pequeño Trachimbrod. Si tú supieras, si hubieses visto. Esta manera en la que tú parecías tibia y dulce. Pensándote yo, mientras el desayuno. Visto sólo las bragas y un largo blusón. Ya vieras, los hombres que trabajan en la casa de frente, me miran. Siempre disimulando que no reconocen mi locura a cincuenta metros de distancia. Sigo con mi costumbre de hablar sola. Y yo, los volteo a ver sólo una vez, como que no me doy cuenta. Y sigo hablándote, siempre. Por que ves, mis labios también se mueven. Pudieras escuchar mi voz, pudieras nada mas verme desde lejos, como ellos. O desde la hierba tan alta. Pensándote, extrañándote. Y todo eso, con furia. Con ganas de decirte: Amarte. Dulce. Tibia. Como lo que ya no sale de mí. Como lo que ya no hemos sido. La lluvia ha cesado por completo. Mi abuela llego en un taxi rojo con blanco. Y el día se ilumino desde su falda.

2 comentarios:

DEARmente dijo...

Las fotos ayudan mucho a sumergirse en tu texto, mucho. Eso de volver, y no querer volver, y después no saber si uno a estado o no, o si uno se va de donde vuelve, en fin, eso, es parte de la vida.

Esther dijo...

Transportas con tu escrito, me encanta... Te envio un calido abrazo