Hoy hice de nuevo los eventos sucesivos después de ti: callar. Sonreir dándo la bienvenida a los extraños. Siempre me quedo muy sola después de ti. No sé cómo explicartelo. Es más que el teléfono. Más que la lluvia. Música triste con saxofones. Más que ver toda tu correspondencia en un buzón electrónico y decir: nunca sería suficiente. Me quedo leyendo tus últimas notas. Miro una vez más tus fotografías. Las beso. De a poco te memorizo. Hoy lo he ordenado todo. Lo puse según tu nombre, según las fechas. Luego pensé “todo está bien, ya voy a irme”. Me ha llamado Isabel: ya aprendiste la lección, querida. Siempre tan sabía con su voz de hierro líquido. Luego pienso de nuevo en lo de los libros. En el de J.K que quiero comprar, para mandartelo “desde México, donde fue escrito”. Surge mi emoción por los estantes. Es en realidad, estúpido pensarlo. Leerte a miles de kilometros, pensar en tu soplo en mis ojos, contener en mis manos aquello de los estantes. Hacerte vaciarlos todos. Como si fueses tú, yo. Yo tú, leyendo. Ambas en la habitación, que no te dije, pintaré de rojo. ¿Te gustaría el rojo? De qué color pintas mañana? Qué melodías colocas, con cuales me piensas. A mi me sucede al hacer la infinidad de escritos diarios en mi cabeza que dicen más o menos “ahora observo la creciente furia del mar ”. Vienes a mí con la furia del mar. Construyo una metáfora incompleta: te paras frente al atlántico. Viras hacia mi latitud. Colocas las manos en tu pecho. Piensas en mí. Dices: tuya. Después respiras, lanzas un sonido como el de los besos que te hablé. Luego, sentada en mi silla verde, siento tu pequeño y sumiso “hola” en mi oído. Con tu respiro de temblor formas una onda expansiva hasta mi costa. Observo el mar otra vez. Eres tú. Es una brisa leve, a veces fría, y me muerde los labios. Asumo entonces que me piensas y sigo con el día donde no hago más allá de lo antes dicho. Lo demás es lo que sabes. Te espero al salir. Te busco al salir. Qué me beses los ojos. Aunque al marcharte de golpe me quede con un desorden de letras que tengo que venir a escribir…
Foto por: Martina Margarit

1 comentario:
Con Lullatone llegaste de puntillas como el deslizar de la lluvia sobre una alfombra de flores –diminuta-, de verde cristalino. Helios y tu dedo sobre mi hombro a las 11:30. En algún momento debo haberme girado cos’ I felt the sun against my eyes cegando cualquier clase de ahora porque ignoro las conjugaciones y el tiempo cuando estás; un síntoma que es poliédrico al mundo; perfecto por inexacto. No recuerdo bien lo que dijiste al escuchar a Goldmun creo que simplemente escribiste algo en la pared, aquello del perdón para que no siguiera subiendo. Y todo estaba bien, la música debajo de nosostras como un hogar fugaz que debe ser vivido, en hogares sin techo, a la intemperie del mundo. Sólo fue darme cuenta que cualquier canción me llevaba a ti, eso, y pintarlo todo de rojo.
Tuya
M.M.
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