viernes, 28 de mayo de 2010

Etcétera y amplificados



Sinceramente no tengo mucho que decirte: Un día alguien tomó mi mano. Tenía frío y hambre. Me miraba fijamente a los ojos, y no mirándome. Y no tomándome de la mano. Bailaba lento. Se adentraba fijamente entre mis pechos en forma de calor. Y luego hacía quedarse así. Abrigarme. O no hacía nada. Se quedaba, sólo, firmemente, recorriendo con un dedo, todo lo que significo, yo. Y no tocándome. Todo lo demás, es una extravagante vida. La misma de siempre, viajando etéreamente por el mundo. Odiando el mundo. Caminando por calles llenas de vida. Esta es una ciudad con vida cálida, y ahora, la detesto. Sigo siendo aquello que goza de callar mientras observa. No hay mucho. Sucede una cocinilla a media tarde. Me preparo de cenar. Pienso ahora: los cafés. En muchas ciudades. Soy alguien frente a ti. No lo sé. Pero me pides explicaciones. Yo ya no voy a darte nada. Mucho menos explicaciones. Fumo. Como un acto rebelde hacia mi cuerpo, a manera de brindis. Diciendo adiós a vicios. Ahora serán otros vicios. Seremos otras leyendas. Seremos una escena final. La guitarra de Santana en Europa. Es dolorosa, seductora, definitiva. Y no, no es del todo feliz, pero tampoco triste. No lo es. Lo escuchas. Repite mucho aquellas tres notas, que dicen, me voy, me vengo. No es un tal señor Steve Vai, pero al final la guitarra te destruye en pleno orgasmo. Así que, lo mismo. Son pasitos míos, descalzos. Son grandes pasos, tuyos, ruidosos. Resuenan en algún lugar desconocido. Se adentran en una habitación en tonos naranjas. Dicen que esos lugares suelen tener tonos naranjas que sugieren hambre. Como sabrás, yo alcanzo a comprender muy bien eso. Estando allí, te sientas. Es un suave lugar. De alguna forma se intenta hablar con piernas y manos. Sinceramente yo no digo mucho: te veo. Como un día te vi. Y si sopesamos la posibilidad de medir una cosa con la otra, no es muy diferente. No hay cuantos. Ni quiénes. Tú sabes que soy yo, above everything. Y que nada puedes hacer contra ello. Por eso te sientas en ese suave lugar, como vociferando razones falaces que sabemos bien, nada son. O son sinceramente, solamente eso.

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