Yo soy tú, y tú eres yo. Es una formula vieja. Lo sé. Esta noche ha aumentado ciento ochenta y siete gramos el amor que te profeso. Es así. Como que es contigo. Siempre tenemos las cosas delgadas; el tiempo, la línea del suicidio, el abrazo, los pies y su muerte. La distancia entre el amor y el odio. Todo eso tenemos. Pero me digo, tú eres yo y yo soy tú. Y me hablo, me bailo dentro de mí. Me grito que te amo, que la vida es buena, si es así, como contigo, es buena. Soportable. Es de esos instantes placenteros, parecidos a lo que la gente como nosotros podría confundir con un orgasmo escalofriante u orquestal. Así, de lejos. Tú sabes cuando yo digo “lejos”, es sólo eso, un parpadeo y claro, subjetivo. Cómo explicarte, yo soy tú y tú eres yo. Me perteneces, te pertenezco. Bailamos tango a las once de la noche y nos besamos la espalda. De cierta manera se entierran los dientes en la piel tuya, y en la piel mía. Somos nuestros. De carne, de hueso, de sangre amontonada profundo en las venas. Nos pensamos, a veces pensamos “te penetro, me quedo dentro”. Y yo soy tú, y tú eres yo. Nos habita el aire que viaja de aquí para allá, a tu costado que es el mío. Y nos surge una fiebre. Que es tu fiebre, muy mía. Me duele tu dolor, me cansan las extensas jornadas de tu cuerpo. Lastima cuando dices me arde. O tengo que irme. Y me voy yo también, hasta tu cama, que es como si fuese mi cama porque te contengo. Te clavo un letrero que dice “para siempre” en nuestro oído. Acaricio el cuello de la ausencia. Me parto en dos y somos cuatro. Cómo decir…cómo decir yo soy tú y tú eres yo, y que es como contigo, sólo eso. Cuándo contigo, a deshoras y entre las letras de tu nombre, nuestro nombre impuro; retuerces el todo y lo pones a secar al viento. Yo quedo sujeta de la cuerda en alguna parte. Con ciento ochenta y siete gramos más, con música mordiendo orejas, con amor muy pesado en la cintura, y en el vientre, y en la boca. Derramándonos. Hasta sernos completos, siendo tan nada. Es necesario que comprendas, amor. Y ya ves, alguien nos toca lo que dicen llamarse “alma” cuando nos decimos amor. Como que somos el amor, nuestro. Tuyo, mío. Absoluto, magnificado. Tendríamos que separarnos un día. Pero quién podría venir a separarme de mí. A cortar, de mí, la vida. Que ya habíamos quedado: nuestra vida. Tus manos, mis manos, mi yo soy tú. La formula vieja y cansada. Como que también fue un deseo de Robert Smith y de otros tantos usurpadores de cuerpos. Me digo muy despacio, cuan terrible es decir yo soy tú, y tú eres yo. Si un día de desdén por las cosas delgadas; el tiempo, el suicidio, también las enfermedades, y otras gentes; me olvidas. Si tú me olvidas. O nos olvidamos.
1 comentario:
que nadie olvide a nadie, que todo sea como lo dice tu texto.
que la formula (1+1) siempre persista.
bellas expresiones waltz.
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