domingo, 7 de septiembre de 2008

Weekend

I

Romeo me pasea bajo la lluvia. Se coloca su cadena gastada, y me dice despacito: hey, vamos a caminar. Tenemos el consuelo de los días de humo y destemplanza. Podemos dar pasos desnudos sobre la gran brecha al frente, la de siempre, y la música susurrada, también la de siempre. Luego los albañiles que trabajan en la escuela de junto, asoman sus cabezas por encima de las bardas, dicen; mira el perro…y la niña. Bajo la lluvia. Paseando. Y son tan tristes y seguros. Nos duele el medio día, es cierto. Nadie como Romeo sabe la desgana, tener que arrastrarme por todo ese terreno baldío frente al kinder. Quién más podría, amado Romeo, quién más. Como tú, con tu carita de tizne y el pequeño antifaz color miel. Aunque ya sabemos de sobra que el día no ha sido malo. Sólo somos nosotros, y la vida que no nos gusta. La gente que nunca me sonríe ni le sonrío. Le digo a mi madre que si en mis días buenos no les veo la cara siquiera, cómo cree que son los peores. Por ahora, Romeo me observa desde el desnivel de la puerta, esperando. Le deprime mi soledad, yo pienso. Y si escuchamos Mozart se pone rock Star, y si elijo a Callas a lo mejor de pronto se duerme. Todo es incierto.

Hay que esperar a que vuelva a llover.

II

Ya sabes. Estaba la luz apagada, y te esperé, como en realidad espero pocas cosas. Tú no sabías a esa hora supongo. Tenías esa droga tuya, arriba, de arriba hacia abajo. Y tú arriba y ella, él arriba, o ella abajo. Yo no lo sé. Aquí aun es verano, ¿cuándo dijiste que era allá verano? No lo recuerdo. Ahora sé que para tu cumpleaños estaré ausente, entonces, tal vez…despacito entre los días con olor a madrugada; recuerdes el “búscame, espérame, te quiero mañana”. Yo te esperé, de verdad que te esperé. Aun estando la luz prendida te esperé. Me dolía la cabeza, sudaba un poco. No significa que ya no tenga ese amor guardado, el otro, el que sí me grita. Pero el tuyo, flagelado; apenas existente. Como cuando las tormentas y el arco iris ya existe, existe de verdad. Le duelen los ojos a mi cara. Son dos focos recién subastados, pálidos, mortecinos. Incrédulos e indulgentes a tu estío. No me representas mucho, pero ya sabes, estaba la luz apagada y yo sin ropa, con algunas dudas amoratadas sobre el abdomen. Yo te esperé, con mi sangre te esperé, casi desnuda. Con la luz apagada. Y tienes suerte, que me haya dado tiempo de escribirlo.

III
Deja que yo te lo diga: Existes. Ciertamente, de una manera inconclusa, pero existes. Ahora me duelen más los domingos por la mañana. Es sobrevivir a los viernes, a los sábados. No sé. Saco los lentes de su funda, los limpio, observo la ventana y a esa artesanía china moverse con el viento de domingo en la mañana, y lacrimoso. Es todo tan dolorosamente callado. Incluso aquí, aquí en la habitación…a pesar de los “Mother will die”, “Father is late” y “Father and mother”. Y pienso mucho en nada. De pronto me muerdo los labios, parpadeo, dormito, me rasco el tobillo. Pretendo ganar valor, para de repente decirte en ese lugar donde te escondes:
Existes. De veras que existes…

2 comentarios:

Ernesto Pérez Vallejo dijo...

Que buena eres!!!!!!!!!!!!!!

DEARmente dijo...

Me gusta demasiado. Waltz, te doy todos mis aplausos.