
Siempre hay un segundo. Siete minutos, una hora, dos días, una semana. La noche, el medio día, la tarde, la mañana. Y hay los orgasmos. La perfección posible y la belleza exacta. Los hay. Que sea domingo por la tarde o lunes temprano. Y haya esas canciones que nos recuerdan la eternidad de la caída, y la inmortalidad de las cosas leves. Mi padre lee el periódico, el abuelo atraviesa una y otra vez esta gran tienda de abarrotes. Hay un sol casi palpable afuera, y sopla un aire del sur. De mi amado sur. Las mujeres usan blusitas holgadas y bandas de colores. Me puede la abuela y el olor a cacao. Todo este ambiente tranquilo y cotidiano de repente me abruma. Me invade, me abruma. Le disfruto. Y la voz de mi padre que resuena suave y grave por toda la casa; me cuenta de un filósofo de un Güemez tal, que un 99.5 % de castellano en no sé donde, y nosotros los mexicanos, que los Árabes no sé que invadieron. Dice tantas palabras humanas, que me enternece el tiempo y el espacio que nos viene. Siempre está el segundo y nuestra ausencia. Los abuelos de otros. Y esa foto arrugada que quedo de cuando fuimos a la playa con mi antigua mujer. Pero Romeo no comprende mucho. Ve gente entrar y salir, ir, venir. Le observo como diciéndome: Sálvame. Yo digo: Sálvame de mí. Romeo, sálvame de mí. Vamos al sur, busquemos el sur. El bandoneón nos oprime el pecho, Jobim, Django Reinhardt, el señor Agustín Lara con su Veracruz. Pues un domingo a las seis de la tarde suena en mi lengua una metáfora de la perfección, todo eso en medio del pasto, mientras se oprimen mis ojos y sus cortas pestañas. Me viene retumbando la mente desde que todos están aquí, la casa, a medida de lo posible, el café nocturno. La buena gente. Mi espera por volver al sur. Siempre hay un momento, un segundo, siete minutos, una hora, dos días, una semana…Tengo mis instantes perfectos, y digo hoy qué me quejo de mi. No hoy, no ahora. Por que aquí, la perfección, fugazmente consiste en el tiempo que se lleva cerrar los ojos y decir, decirse dentro;
no me hace falta nada.
2 comentarios:
a mi faltan tantas cosas, Waltz... parece que hay que tomar, en esos segundos, un tren al sur... espero que el sur, allá en el norte, tenga algo mejor que el sur, aquí el el centro.
Y es perfecto sentirte tan cerca.
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