domingo, 10 de agosto de 2008

Estoy, abandonándome.

Estoy, abandonándome. Te abandono. Pienso en un escrito que te he hecho donde digo “estoy enferma de ella”. A veces es todo muy así. Muy miércoles, jueves y viernes por la noche. Todavía más el viernes. A las seis de la tarde, ensayo para el día de la graduación, y que mierda. Ni siquiera me ven en la fila y cuando de repente sale una maraña con pelo ya saben que estas ahí. Ahí de la única forma en que puedes estarlo, medio, y con ella. Medio ahí y simplemente afuera sentada por última vez en ese estacionamiento. Estoy abandonando todo y tengo un mes con dos semanas para hacerlo. Por ahora vamos en dos autos diferentes a cenar a sitios, que si bien no son buenos restaurantes, tienen unos bonitos faroles dentro y todo mundo anda uniformado, te habla muy de “señorita, qué desea”. Donde, algunas mujeres suenan como si fueran las dueñas de Tampico o al menos de la Zona Dorada. Pero el lugar está bien, la vista está bien. La compañía no está mal ni tampoco la blusa verde. O los zapatos prestados por que pareciera, no soy mujer, sino “algo”. Ya saben que sólo soy algo. Por ahora, nos felicitan desde los escenarios distintos hombres y otros, otros te tocan el cabello. Y tendrías que gritar. Ya como a las cuatro de la mañana tendrías que gritar que no te interesa nadie. Nada más te estas abandonando. Necesitas esas cervezas, admitir de nuevo que si, que si luces un poco alcohólica tres días a las semana. Por qué por ahora vas de bar en bar y de antro en antro para ver qué encuentras. Tal vez para ver qué buscan – y encuentran – todos, que se hacen adictos al estar ahí. Como muy fanáticos de esa vulgar música en vivo, de las canciones ordinarias que por alguna razón todo mundo las sabe. No sé yo.

Sé de lo bellos que son los amigos. Ya en el 4º bar de la noche, el mejor, todos bromean acerca de mis jodidos pechos, que si los presto, los acomodo o los muevo al son del reloj y del baile. Pero son tan bellos, los amigos son tan bellos a esa hora. Se paran tan caballeros, y te invitan a bailar por que jamás irías tú a invitar a alguien, ni tampoco le dirías que sí al de la mesa de junto. Pero igual, nadie va. Y es que he de ser muy fea. Rodrigo debe mentir mucho o estar muy al pedo cuando dice: si me das un beso, te compro tus cigarros. Y es tan rápido mandarlo muy lejos, a pensar mejor lo que dijo. Él está bromeando, lo sé. Ha de ser hermoso cuando miente. No sé yo.

Estoy abandonándome, lo siento, por qué ya como a las cinco nos paramos en cualquier puesto pequeño a pedir de favor me dejen entrar a su baño, claro, Rodrigo lo hace por mi. Después, vuelve a restregarme lo que pierdo rechazando ese beso. Lo bueno que no confío en nadie, ni él tampoco. Y Marcos me pregunta súbitamente por quién lloré el sábado pasado, que él haría cualquier cosa por mí. No le he dicho nada. Con él aún me falta valor o simplemente para todo, a las seis de la mañana y por las calles de está ciudad, no hay ganas para ese “todo” que podría hacerse. Aunque ya te han llevado a comer a Tortas “YOYA” y somos fugitivos de los tipos que manejaban un Jetta. Al pasar frente a la laguna, viendo el amanecer…no sabía dónde me había dejado, no sabía…

1 comentario:

Ellen Tamara Durán Wong. dijo...

Abandonarnos es tan facil, nos abandonamos cuando estan aunke sea a la distancia, ke hariamos si se fueran?... Algo mas grave ke abandonarnos dudo ke exista...
Pero aki estoy y te adoro.
Un beso