miércoles, 30 de diciembre de 2009

Noticias, etc.

"Salgo y camino tras la noche:
veo la luz que a nada me conduce,
regreso, abro la puerta de mi casa; no espero ningún asesino,
no quiero cogerme a nadie, sólo quiero llegar, desnudarme
y esperar por ti: invitarte un cigarrillo."

Fragmento 
A la deriva
Miguél Ángel Galván

lunes, 14 de diciembre de 2009

PPP: Pretenciones, y pequeños pensamientos.

Las calles comienzan a vaciarse.

Ocurre cierto ritmo inaccesible a los pasos. Algo parecido a la niebla del dos mil uno, no sé, no logro entenderme, ni recomponerme aun veinticuatro horas después de los temblores del sábado-domingo. Son pequeñas frases. Pequeños pensamientos, qué hay que decir, como hay que hacer y como todo, deben olvidarse después de escribirlos. Hace frío, y bebo, y como, y me embriago posteriormente en casas nunca antes vistas y no comprendo del todo esta manía temprana de pedirle al chico delgado que acomode mi bufanda. No sé como recitarle a “C” muchas disculpas a las cuatro, y a la vez nada, qué no me disculpo. Porque es verdad, todo lo que digo siempre es tan cierto y cómo discutir conmigo misma. Pretendo explicar las banquetas como una manera de concebir los pies siempre cansados. Y es curioso, no es tan tarde, pero toma un momento contemplar la vastedad de ecos en los rincones. Tú sabes, el día atareado. Cuidar cachorros de tres meses, besarlos, dormir la mitad del día. No es mucho trabajo, pero, los otros. Los otros que se observan entre ellos con su complicidad de adultez elegida. Y yo digo, La náusea.
-Y tengo pendiente pedirte matrimonio- Pequeños pensamientos: A veces caes directo en el ridículo. Hay lugares ásperos, claro, pero tú, tú lo sabes y notas de lejos –entre la vacuidad de la acera- tu aspecto de suéter andante no deja de ser un vago típico y desvalido. Pero el diario verde está listo, y nadie escribe en él, y a nadie le importa el buzón de abajo. Mi barrio se deshabita de a poco como transcurre diciembre. Como todo. Romeo y yo damos paseos de treinta minutos diariamente y detestamos el sol. Al llegar a casa, veremos televisión, el problema es si vemos aquella caricatura sobre la perra gorda, que además habla, o esa sobre la vida de Sylvia Plath, qué joder…comienzaba a las ocho y media y la he visto ya, dos veces.

martes, 1 de diciembre de 2009

Y, ¿Qué tiene que ver Bon Iver con Bruckner?

Siempre quería hablarte de Bruckner. En el DW, descrito con un pésimo alemán (el de mi boca), lograba entender la fascinación heroica de ese director canoso llamado “ya no recuerdo”. Lo importante en realidad, era esa manera en que decidieron ilustrar una de sus sinfonías: Árboles. Muchos árboles. Ya sabes, uno toma su camino al campo, y de pronto te encuentras en un túnel de barrotes-madera. Y era pues, perfecto. La naturaleza iba a la par con los oboes. Era preciso entonces invocarte, como hablarte –otra vez- en cierto alemán torpe y a medias. Desvarío bosques, y carreteras rurales. La TV satelital. El sábado esclavizo los ojos después de las tres de la tarde. Así que fue ver DW, donde un director habla de Bruckner desde Frankfurt, y luego dice enseñar música a los niños a cambio de sonrisas, y a las tres veinticuatro, querer compartir ese diminuto acto contigo sólo por el hecho de que, tú, también lo sepas.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Hacer el retorno. Os digo bailando, llorando, sosteniéndome de una pared. A veces es lo mismo, en el mismo espacio. Domingo, y para entonces habré bebido mucha cerveza. Mucha, cariño. Es domingo, para alimentarse; sentir el calor de vicio desenfrenado y retornar a las sobras nuestras, siempre. Cuando ya no hay nada que hacer y recurrimos a nuestro oficio de pensarnos. Pensarnos como un murmullo de bocas españolas. En el interior de dos habitaciones azules medio vacías. Alrededor de los libros. Os digo viéndole, y mis ojos viajan sobre su rostro con tal desconsuelo, y con tanta penumbra. Llega un momento preciso. Y os busco estrictamente en rincones habitados por total oscuridad. Ese revés de sombras con la prescripción medicinal de tu nombre. Con la cara inusitada de sueño. Y unos párpados a medio doblar, y a medio sufrir. Porque todo ha sido construido para nosotros. Y no sabíamos. Dudábamos constantemente de las cuerdas entre nuestros hombros. Créeme, bailando. Créeme a la hora tres ,si fragmentas en tres partes el día. Retornar es un verbo dorado, y teatral. El domingo escuché muchos disparos pero seguía con los vicios. Por la noche destruí todos los aparatos. Para que no obstruyeran, para que no estorbaran antes de ti. Y era posible entonces, tomarte de la mano, y después ponerlo todo en orden.

lunes, 12 de octubre de 2009

En la sombra de las cosas

Yo prefiero quedar en la penumbra; quedarme en el secreto de las cosas. Me gusta introducirme en las criaturas. Errar como una idea. Extraño como el arte. Anónimo, incierto y olvidado. Naciendo, nuevamente, en cada día.
Ali Ahmad Said Esber

domingo, 27 de septiembre de 2009

Del otoño y similitudes

I
Esta vez es seguro que nadie puede ayudarnos. Ni siquiera juntos, a nosotros mismos, ni cargarnos, ni llorarnos con ojos ajenos o prestados. Somos un fracaso tú y yo que, en la soledad, simplemente no somos. Tampoco tenemos la fuerza suficiente para vernos desde la otra puerta que atraviesa nuestra casa, y hace sus orificios como la trayectoria de una flecha inoportuna. Aunque antes, era un motivo más para salirnos del cuerpo –de la casa- o solamente de estar dentro. Para ser los de la herida y la sangre. Bueno, motivos sobraban. Y muchos. Pero ahora te digo con todos mis dedos que estamos creciendo debajo de la tierra. Somos la tierra. Y hay piedras en nuestros pulmones y nada hacemos. La vereda que pasa por encima está infestada de trapos con sudor, y no luchamos. Quiénes vienen a visitarnos. Es decir, suelen preguntarme por ti. O yo me pregunto. Hacen un juego las palabras mías que tuve desde el vientre, y para ti. Yo alzo una mirada hasta el techo del mundo y no hago más que sonreír con mi infortunio de puta. Claro, lo hago muy bien. Pero muriendo. Hay otros lobos acechando mis pies, y suponiendo los próximos pasos hacia el infinito. No confío en ellos. Todos me buscan, pero los aborrezco de tal forma que no logro verlos. Alguien arruinó mi direccional para volver, eso es verdad y seguro. Así que esa jamás le uso. Por eso creo que todavía estamos esperando el clímax de nuestra historia, por toda la vida, inconclusa. He de confirmar ideas agonizantes, que no pueden serlo todo. Según la búsqueda incansable por pupilas más serenas, más tuyas, sobre todo en las mañanas de cobre. Sólo anoto esto a forma de bitácora. Un vaivén más de acostumbrados gritos de auxilio dentro mi abdomen. Porque sé que ahora nada hay que hacer ni por remembranzas, o por nuestras existencias efímeras sobre el agua amarilla. Nunca los pequeños olores nocturnos fueron tan tortuosos como cuando no estuviste tú. Quedé viéndonos detenidamente: Somos dos pilluelos derrotados y sin comida. Y nadie puede ayudarnos. Estamos solos, solos como antiguas sequías que todo mundo quisiera olvidar.
II
Nataly:
No sé que tenemos tú y yo con la tercera estación del año. Mejor dicho, qué tengo yo con el pasado, y contigo, hecha de tardes de lluvia donde seguro después, inevitablemente ante la ausencia, me llega una urgencia de ti. Desconozco el porque de mis evocaciones a la hora de pasear al perro - sobre todo dentro la oscuridad tan sola - cuando azota un viento de norte, deshabitando casualmente la urbanidad que puede tener un vecindario corriente, como el mío. Alguna vez tan tuyo. Te escribo como siempre y a puertas del otoño. No comprendo muy bien. Igual sé que disfrutas leyendo: Estoy creciendo desmedidamente. Mañana iré a una entrevista de trabajo. ¿Ya volviste a trabajar? ¿Cómo está tu hija? Yo no sé que esperar de mañana. El futuro me molesta. Nunca llega, pero siempre está. He cortado mi cabello, tanto. Fluctúa entre glamour de los años 30’s y por supuesto, esa psicodélica actitud tan funky. Aunque esta tarde me pareció el momento incorrecto del año. Reconoces que en medio del invierno todo es mejor cuando es realmente largo. Hay algo principalmente preocupante estos días. En definitiva las personas ya murmuran sobre mi probable insensatez y falta de cordura. Creo es por eso de verme hablando sola o con Romeo cuando paseo frente al Kinder garden. Y nunca hablo con ellos. Necesito que vengas para defenderme como otros años. Entonces yo te defendía a ti porque mi padre te odiaba, y para consolarte, te mandaba besos a través de mi pared “que no me dejaba verte”. En otoño y en invierno salíamos más cuando llovía sin tregua sobre ciudades cercanas. Eso nunca lo olvidaré. Ni dejaré de decírtelo; yo, mi suéter azul y tu cuello de tortuga eran suficiente entonces. Los cafés cibernéticos. La inexorable situación de estar juntas, más en estas fechas. Y saber que ni el peso del mundo podía contra eso.

martes, 8 de septiembre de 2009

ALGO MÁS COMO TÚ
-------------------yo busco, constantemente,
en el minuto cautivo entre dos manos.
 Lo busco como a una imagen muerta
que no termina de resplandecer,
sola y en el recuerdo.
  --------------------------Algo más como yo,
 ------------------------------------------también.
------------------------ ¿Por qué no?
--------------------------------Hemos sobrevivido.
 Qué te diga el lugar húmedo y exacto
donde se incendian los besos.
Y donde perdemos el viento,
que nos trajo juntos
hasta el fondo del austero caudal,
el cual sólo se alimenta de nosotros mismos.

Es una búsqueda incansable a nuestros restos.
 Habrá quien diga que no somos, y no fuimos nunca.
Lo sabes, lo sé, lo sabemos.
Siempre marchamos lucidos y anticristianos.
Jamás negamos la indulgencia con la que nos llamábamos
“madre e hijo” o “amor” o “amante”.
 Y volveremos.
Yo tendré cenizas mías para darte
 –otra vez-
lo único que soy al final del camino,
muerto, claro pero igual: Yo.
 Algo más como tú para otros siglos.
Quien me diga dónde estamos, cómo,
con cual música, si incluso estamos vivos.

Porque mi inutilidad, y no arañarnos ni sernos,
ni buscarnos es una cruda duda donde nada va,
ni nada viene.

domingo, 23 de agosto de 2009

Some numbers

Veintisiete, él tiene veintisiete años y vive a una hora de aquí. . Y dice querer darme mi tortuga uno de estos días, o pronto. Él es muy ridículo. La ha llamado Alex. Al final ha mandado un beso a través de su bocina del teléfono viejo, como a las seis, eso antes de marcharme a cenar ………………………Amarillas, Emma cortó para mí esas flores amarillas porque no las alcanzaba. Ya se marchitaron. Eran bonitas cuando estaban realmente vivas. Me recuerdo a mi misma dentro de la destrucción del mundo. Algo más sobre Emma: Vimos su partido hoy, pero después hablaré de eso. Le sonreí con mi boca cerrada cuatro veces. Perdieron el partido. .....................................Como seis, eran como seis de la asociación de Lesbianas no sé qué rayos, que nos invitaron a la coronación de una reina en un bar al que antes acudía frecuentemente. Luego me asqueaba cuando yo arriba las mesas ahí. Juraba no volver. Mamá dice que iremos, no lo sé. La chica principal me miraba mucho. Vestía una playera azul con una bandera de colores. Quizá vayamos, mamá dijo que quizá. Cinco sillas frente a una laguna azul. No sé qué azul. Turquesa, real. Pero estábamos, y yo con mis lentes intentaba decir muchas cosas dulces a una mujer de cabello teñido. …………Trescientas cincuenta y tres fotografías en el memory stick. Todas son muy similares pero no voy a borrarlas. ………………………………………….Alrededor de mil doscientos cincuenta y cuatro pasos hasta el restaurante de quesadillas. Me comí dos, champiñones y espinacas. Y cuando he llegado no dormir. Nada de dormir. Tenía fiebre en las piernas como es acostumbrado ………………..Dos horas. Intenté dormir dos horas con mi abuela. Pero no hacíamos más que tener frío de aire acondicionado, y me preguntaba si ya tomé leche con miel por aquello de la depresión.…….....Puertas no había. Era más bien un péndulo peligroso. Igual entré. Era tarde pero entré, nadie me esperaba nunca. Pero llegué. …………………….Me iré el martes y no te voy avisar ¿o te estoy avisando? …..Cajetillas de cigarro al menos dos, y el suéter verde. Empacar, no te olvides. Ah, y el libro de poesía chilena. Apunta. Apunta. …………………………………….Uno. Primero. Ahora: No me vuelvo a olvidar de nuestros pactos. Mucho menos suponerte a dos metros hacia arriba, y hacia abajo. Ni pensar en escribir poesía sobre tus manos, que la verdad, no conozco.

viernes, 21 de agosto de 2009

Jazmín*

Este es uno de los días donde te pido que no te vayas. Y que nunca lo hagas. Y que eres lo único que he amado más que a mí -muchísimas veces- porque claro, soy una torre egocéntrica, que después, siempre vale extremadamente poco. Va, hoy es simplemente maravilloso. Es muy de la felicidad ¿viste? Aunque nunca hemos creído demasiado en ella, ni en su duración, en todo caso, eso. Me coloco suavemente a tus pies y lloro nuestras historias con tanta benevolencia. Cuando no te culpo demasiado, ni a mí, y espero en una puertita de madera a que pase la bicicleta adecuada, la del nombre de tu recuerdo. La de tu soluble y dulce existencia a través de mis huesos. Todo tan roído y de años atrás. Luego, convierto a Ofelia, en un ser comatoso lo suficientemente transparente para borrarle heridas a las tres de la mañana. Pero también perdono esta situación. Quién más sino yo. Vuelvo de mí hacia ti. Revuelco mis manos en tierra suelta de nuestros pasos, me siento tan hermosa así, frágil. Deforme Ya no me invento muchos nombres ni los hago rimar a las nueve cuarenta y dos. Sólo es una ráfaga de verdad, tampoco te confíes. Al final ya sabemos que tengo una naturaleza traicionera e irracionalmente torpe. Y que digo mentiras –él me dice “mentirosa” cada que puede- no patológicamente, las únicamente necesarias para una mujer como yo.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Agosto (2)

-notas rápidas de porque escribo acá de nuevo-
Voy a escribir aquí y así, más bien por la costumbre de –siempre- mirar hacia un abismo, y verte a ti, en el otro borde - al otro lado. Y decirte -claro- mis anécdotas de odio y todo -sí- a veces de manera cronológica. Porque bueno, ya sabemos que te escribo por las noches cuando ya te has ido, y de sobra supongo tus piernas acercándose a mí, si me acerco demasiado a la cama, porque no hay otro roce más certero que frotarlas contra las mías. Pero hace calor, no quiero hablarte de eso. Entonces habría que enumerarte una serie de causas en cuanto al destierro de tus cosas -que tú llamas de otra forma que no voy a repetir- el destierro pues, de mi departamento o habitación y para que no te sintieras mal, al final de cada oración te diría: sí, si pero te amo. Igual ha llegado mi abuela y no sé porque todos en casa me miran con amor. Ese muy de olor a comida, y chocolate y paseos vespertinos. No sé tampoco porque aun no te he contado sobre eso, es decir la abuela. Ya sé que te gustan mis abuelos –digo, a quien no- y que te gustaría estar aquí por las tardes, para actividades varias:
Primero: tomarme de la mano y hacerme cariños. Segundo: es mi turno, tendría que leerte poesía, morderte cualquiera de los dos omoplatos, no sé demasiados métodos de seducción. Tercero: comer/beber junto a mi familia, por supuesto.
Y ya cuando todos se hayan ido a continuar su vida, y yo sin nada qué hacer –amor- me pongo muy sería a platicarte perdiciones, y la película que vi de último. Ya, acaricias mi cabeza. Me ayudas a escribir correo atrasado porque soy tan distraída o me hago distraída por no tener qué hacer. Después sí, me pongo formal, sí, sí, muy formal. Saco todos nuestros papeles y empiezo con la inutilidad de leer nuestros tratados viejos. Como justo ahora. No tengo orden ni disciplina al escribir, en cambio leo. Leo series de poemas del verbo gustar. O de mi éxodo al sur. O “lejos te amo”. Porque odiamos volver a este sitio lleno de tierra. Lleno de nosotros mismos con todos nuestros tropiezos, y muertes, y besos. Y todo lo demás. Pero ya sabemos que no es otra cosa que rutina o costumbre de sernos valientes a todas horas. De querer rompernos la boquita roja a mordiscones y de olvidar tu nombre, tu ciudad, tus manías que nunca me aprendí demasiado y tú, me reclames, hagas tu escándalo a solas para que después venga, te grite: sí, sí, pero te amo…Y ahora, tengo que irme de aquí.

martes, 31 de marzo de 2009

I was waiting...

La vida estaba llena de asombrosos nuevos conceptos.
Pero yo no podía respirar. No podía pensar.
Estaba esperando a que ella volviera.
Por que ella lo era todo.
Ella lo era todo, para mí. Danny (Heath Ledger)
Candy (Australia, 2006)
Hablemos de amor verdadero. Antes que todo, déjame aclararte algo; esto, mis letras sobrexpuestas, estarán vivas sólo una semana más. Después voy a matarlas. Voy a quemarlas, habrá sólo vapor de ellas y sus ecos. Los días pasaran muy rápido. Sabrás, una mariposa de aire se esfuma en la memoria como el efecto del alcohol después de ponerte muy nervioso al esperar por alguien, a que doblen esa esquina, a que salgan del auto. Pero el tiempo nos deberá ser suficiente. Voy a dejarte las llaves de mis cajones, no obstante. Puedes abrir. Puedes visitarme. Puedes vestirte con la ropa que alguna vez compré para ti. Decirme adiós, desearme buenos días. O buenas tardes. Voy a darte el orificio mío que lleva hasta el mar, hasta que vuelvas, por si es que vuelves. Por si volvemos. Si acaso necesito que seas otra vez. Enarbolada a la nada que suponen mis intentos de vida. Conmigo todo siempre es un intento. Conmigo todo es otra cosa. Yo no comprendo muy bien. Sólo puedo estar a la ventana de tu vida, y de la mía. Abrir de repente la puerta los días sábados, y los domingos, desde la banqueta de mi amada amiga, pero no así. Hay varios narcóticos que ya no sirven. Entonces sólo puedo estar muy cansada por la noche, tirarme sobre una cama, fumar, ahora fumo cómo no sabes. Estoy esperando a que algo se queme dentro de mí. Y generalmente lo logro, vamos, que siempre he sido un animal incandescente. Te hablé de las estrellas y las mujeres. Todos los días, fuimos monstruos perdidos a la hora de la cena. Fuimos de tabaco y chocolate. Menta y amor. Balas y huecos, y sangre, y labios mordidos. Fuimos todo eso, y en nuestra mente. Me veo la espalda, y veo la tuya, y me veo con flores amarillas, y nada. Aun así, nada. Es primavera, hay muchas de esas flores sin fondo por todos los espacios verdes de mi pervertida ciudad. Escucha, hablemos de amor verdadero, digamos una vez mas “aquí estoy, me ves, aquí estoy”. Pero ya sé que tú no puedes. Y yo sé que yo no quiero. Sé también las horas masoquistas de la eternidad que nos espera. Por favor discúlpame…yo estaba, yo sólo estaba, tú sabes... esperando…

domingo, 29 de marzo de 2009

Nota: cómo hacer estupideces una noche de sábado

Cómo voltear la mirada mientras piensas: ojala no hubiese pasado. Y qué bueno que pasó, o vaya, no decir que no son más que decisiones estúpidas, o arranques metálicos o mucho vodka vertido en jugo de uva. Y eso, eso, tratar de ver a la calle, a la banqueta, y no a ti, ni a mí. A las horas menos solicitadas, con la ropa menos linda, con la cara menos azul, sólo así. Esto es una recopilación de “cómo hacer tonterías una noche de sábado”. El domingo tienes que llegar a casa, bañarte, intentar recopilar también cada uno de los errores, meterlos en una caja, decir que ya de nada sirve, que de hecho no sirves. Gritar contra la almohada algo así como “aaaaarrggggg”. Yo no sé, sólo espero haber volteado la mirada suficientes veces, no haberte tocado tanto….y no, no hacerte, que no parezca nada raro...¡Mierda!
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¿Por qué no me llevas atrás? Al fondo. Sabes cuantas camas hay, sino, puedo decirtelo. Tampoco es necesario, recuerdas, dije "eso no es necesario". Respondiste "ah no?", y subiste a tu auto, tu ruidoso auto. Deberias volver. Llevarme a donde te pido. De verdad que no hay nada mas espeso que la sangre dentro de mi cuerpo, de verdad, qué yo no hago daño. Todo eso que te dije son mentiras. No soy. Y tampoco llevo a nadie conmigo, donde quiera que voy. Soy como tú. Qué dice con indiferencia "bueno, a veces...". Soy cómo tú sintiendome cómoda conmigo. Y contigo. Yo no observo mucho tus manos, ni las observé, aunque me digas que esos instrumentos son tuyos, yo no. De verdad que no. Si mal no recuerdas acordamos años antes que es un final inevitable: nosotros somos hechos y nos buscamos, nos buscamos los unos a los otros como si fuesemos una sola compleja cosa que no funciona sin el otro (sin ti). Pero ya sé que no eres tú. No tendrías que ser tú. Son intentos desesperados por raspar otras pieles. Mucho de todo, desesperado por el tacto. Y es que estabas disponible. Por eso voy a dejar de persuadirte ahora. Ya, puedes volver a casa....déjame ya...es otro día, cómo hago para soltar la soga, que lleva al fondo...

martes, 24 de marzo de 2009

Weekend after you, or it, whatever

Supongo que esta imagen de mí, tendida sobre la cama, llorando, haciendo muecas de dolor justo después de ver de nuevo “Modigliani”…no es más que una imagen típica. E intento no repetir (y repetir) las frases de Jeanne “Quiero que lo sepas, quiero que lo entiendas, perdóname, por favor…” O querer reclamarle a Picasso sobre su vida “llena y sustanciosa”. Porque en realidad, sólo me agrada un poco el periodo azul, la mujer flor…vamos, que el cubismo no me sensibiliza. Ah…de nuevo todo es tan típico. No es una profesión, ni un privilegio, ser, estar, ser, estar. Siempre, en partes desiguales sobre el colchón viejo, y dejarse caer para que sufra, sufra y sufra tanto. Hasta convencerme de que esto es totalmente normal. Ver más de quince veces una película, y llorar, llorar…Volver a llorar.
…………………..
Desde entonces no he tocado más el libro que siempre huele a ti. Aunque perfectamente sé que no es otra cosa que la magnifica realidad de tu aun palpable existencia. Tu existencia en mi librero. En la música del siglo XIX. Y en todas las pequeñas cosas con sabor agridulce y añejo. Hará unos meses tuve noticias tuyas, y no hice más que reír, eso, y todo el día. Me senté por horas en la silla acostumbrada. Tenemos esta inexorable forma de vivir a través de los ojos. Te lo expliqué muchas veces. Fue como el primer día que conversamos. No te miento si confieso: extraño a veces esos días. Días de fotografía. Días de café y cigarrillos a las cuatro de la tarde. De esas épocas donde estuve cerca de comprender como era vivir dentro de mi cuerpo. El desgastado. El torpe. El doloroso. No hacía más que resignarme a que la gente no me agradará nunca. Tú más que nadie lo sabes. Días de amigos. No tenía que preocuparme por las situaciones de ahora. Y quisiera contártelo todo. Ya no voy a pedirte que vengas. De sobra sé que no lo harás. Y supongo que tampoco lo necesito. Una cosa es clara: sucede que he intentado de alguna forma, remplazar la ausencia de tus días. Pero por supuesto que “desde entonces” he llegado a la conclusión de que es inútil. Nadie es tan prosaico como tú a la hora de escribirme, ni tampoco tan complejo. Por lo tanto, tampoco tan poético. Así que en noches como esta, uno sabe de esas cosas. Al menos trato de escribírtelo fuerte y claro. Ya no pido que vengas. Si acaso es el libro que se posa atolondrado sobre mis piernas. Y no puedo fumar más. Ni besar ya mis paredes. Mi casa es la misma has de saber, todavía así, no me has escrito. Por eso tengo tristeza sureña ahora, y desde que sé que no vendrás, que no vienes, qué sin duda no vienes…no hago más que huir de los aeropuertos…
…………
Recibo una llamada la noche de viernes. Eres tú. Quieres saber si estaré libre el domingo después de las doce. Preguntas “¿cómo estás?”. Yo te doy mis respuestas usuales “Tú sabes, no sé, si estoy viva para entonces, claro. Sí”. Y lo estarás, ¡tienes que estarlo! .. “si, bueno..je ne sais pas, todo depende de la noche de sábado”. Luego, me llamas el día pactado. Ahora dices que estás enferma. Para entonces ya he decidido ir, mas tarde, claro. Los domingos siempre tienen un pedal qué para o sigue. Depende del clima. Un domingo caluroso no es más que una tortura depresiva si no hay playa o lentes de sol. Pero si llueve, si las horas se prestan, si hay té, cigarros…y tu olor, tu cara enferma, la cama de tu madre, bueno, seguro algo podríamos hacer.
................
Despierto: Todavía puedo soñar contigo. Puedo tomar mi cuerpo y colocarlo a orillas de la cama, garabatear un abismo entre el suelo y mis pies. Y soñarte. Soñarte como si aun estuvieras, o estuviste antes. Y sé que nunca será después. Aun puedo encender el televisor. Decirle que no al porno. Apagarlo. Arroparme bien bajo mis sabanas. Morderme mucho la boca como nuevo gesto adoptado. Verás, procuro explicarme toda esta situación. El por qué soñar contigo cuando diariamente no hay nada que me recuerde a ti. Pues no hago más que vivir como dice la gente que se hace. Tomar un transporte. Escuchar música y no ver a nadie que no sea del sexo femenino. Sonreírle a esa mujer, al hombre, a la nueva psicóloga. Qué es tan personal, si yo lo quiero. Sin embargo, despierto día a día a la misma hora, tarde, como hoy, domingo, y me repito, muy egoísta: “todavía puedo soñar…” (Si pongo “contigo”, rima, y sabes perfectamente, que no me gusta rimar…).

martes, 17 de marzo de 2009

Dinámicas inofensivas del silencio II


Después de varios sorbos a la taza de café. Después de ver como limpia sus labios cuidadosamente con la punta de su lengua, y después de beber también un poco de mi té, entonces, nos miramos. Cansadamente, por supuesto. Quiero decir con cansadamente que no pasamos mas de dos segundos con la vista fija en un mismo lugar. Es un juego de parpados-parpadeos. Podría, luego, interrumpir una vez más el silencio como haciendo otro comentario de lo mal que le sienta el tabaco ahora, o a esta hora. Sin necesidad de comer. Antes podíamos estar nada más en silencio. Ver los relojes, retar a los relojes. Asimilar el tiempo que es un bolso roto. Y desaparecer.

 - Y bueno, el amor qué, tú y el amor qué

Estúpida pregunta. Pienso. La miro fumar y beber café. Y le respondo mientras juego con mi bolígrafo.

- Creo que él y yo nunca nos hemos llevado muy bien

Se acerca con aire burlón, la muy cínica.

- Creí que el problema era que se llevaban demasiado bien…

Me alejo hacia el respaldo de la silla.

Nunca lo pensé de ese modo, pero es cuestión de percepciones claro, de cualquier forma eso no va, al menos por el momento… -

Este momento” – hace una pausa, suspira – el momento que parece has prolongado toda tu vida. En eso qué…sí. Tu búsqueda de la “perfección posible”, son humanos Waltz, pides demasiado…te dije tantas veces que no existe… 


- No he insinuado tal cosa – le digo indiferentemente.

- Bueno, de cualquier modo, enamorarse es tan sobrevalorado. Es inútil. No sé siquiera si lo he sentido alguna vez.

Contemplo sus manos. Son realmente grandes, blancas, pálidas. Como hilos de hielo que se funden con la mesa de metal.

 - En eso te equivocas, en lo de inútil, claro – sonrío para ella –

- Te sirvió de algo, ¿waltz?

 Tendría que pensar la respuesta. Lo suficiente. Intento voltear hacia la calle, estamos justo a lado de una avenida. Los transeúntes siempre tienen una mirada para gente como yo, ella dice.

 - Si te refieres a estarlo, sí. Me sirvió – hago una pausa – Decírtelo, nunca. No. No me sirvió de nada. Pero no esperaba que eso me sirviese de algo. He ahí la libertad del acto. La libertad mía que tú ni nadie puede tocar. Tampoco pienso en su utilidad por supuesto. Más bien lo pienso como un lapso, de muchos años, pero eso, un lapso, un vado…

Su mirada interrumpe mi monologo. Ahora todo su rostro se ha descompuesto. Hace todas las muecas sin hacerlas. Así, con un remolino de mementos en su cabeza, una piensa que tal vez se desmayará, entonces dice:

 - Pensé que no íbamos a tocar ni remotamente ese tema – lo dice azotando la cuchara, mirando hacia la mesa inmóvil que sostiene sus manos - .
 - ¿Qué cosa? ¿qué tema? La parte donde te mezclo a ti con el amor, o que… 
- Cállate Jazmín – ordena mirando cualquier cosa que no sea yo -.

Entonces, cuando dice así “cállate Jazmín”, sé que el silencio gobernará unos cuantos minutos. Y era pues mejor callarse. Pronto diré “tengo que irme”, o ella dirá “me voy ahora”. Me busco en el bolsillo cualquier billete para abandonar cerca del servilletero. Me preparo para verle por última vez. Verle sin darle un beso. Ya he dicho que jamás nos tocamos. Regalarle, quizá, un boleto para el subterráneo, pedirle que esta vez se vaya, de una vez, y para siempre…

 - No quiero irme aun, espera unos minutos, carajo Waltz

Y maldice con desdén. O a decir verdad, ya no sé por qué maldice. De repente se acerca, pretende preguntarme algo. Coloca las palmas de sus manos sobre la mesa, quiere la verdad…

- ¿Ya no me amas, Jazmín? 

Tengo que acercarme a su pequeña oreja traslucida. Aspirar genuinamente su perfume. Lo hago más por maldad. Más por lascivia. Más por dolor.

- Te amo mucho, y de verdad, bien sabes…que eso tampoco nos sirve

 Se aleja. Tiene esa risilla de satisfacción.

- Naturalmente.

- La diferencia es que hoy, ya no estoy, cómo es que dicen, ah sí… enamorada de ti. Pude por supuesto, y si existe ese del que vos hablaste tanto un día, y él sabe que pude hacerlo, qué digo hacerlo ¡estarlo!, y por siempre, pero bueno, tampoco iba ser infiel a tu deseo. 
- Y cual exactamente era mi deseo, según tú 
- Qué no lo estuviese, lo dijiste tantas veces. Todas iguales como balas que se alojan en el tórax. Luego en los brazos, en las piernas, y ya, cuando no te puedes mover, piensas un poco en dejarte ir. Lo haces, te vences…porque después de todo, bueno…después de todo, es lo que tú quieres, o mejor dicho “querías”…
 - ¡Qué sabes tú de lo que yo quería!
 - Sólo lo que tú me decías, o me permitías saber, lo siento… 
- Claro, sacando conclusiones como te arrancas un cabello, ¿no? 

 Bebe café. Fuma. Aun tiene en la cara huellas de la arrogancia que contiene. Yo me detengo por que sé que es lo más sano. Decir nada. Minutos después levanta la mirada, me mira fijamente.

 - … y cómo sabes, que ya no estás enamorada de una persona… - Ella traga saliva de vez en vez. Oprime sus labios. Tiene un semblante apacible, tierno.
- Uhmm pues, no sé como sea para alguien que no sea yo. Es simplemente que ahora puedo convivir más con el mundo. Él y yo. Una sola batalla. Luego, bueno, duermo más. O mejor, eso, sobre todo. – Ríe un poco entre dientes – Puedo pasar un día sabiendo que a lo mejor será como yo lo espero. Es decir, puedo hacer de él lo que quiera. No vas a venir tú desde abajo. Al final de todo. En algún bar, con cualquier gente. Cuando veo una obra, voy a un recital, leo un buen libro, no estoy pensando nada más en ti, ni deseo sólo llegar a casa para decirte, o querer hacerlo todo contigo. No me estoy muriendo porque cuando más te amo no estás. Ni porque en el fondo sé que planeas tu vida y hasta el último peldaño me encuentro yo, y para mí, tú podías estar antes que todo, tan fácilmente. Ya no estás más en las canciones. Eso es definitivo. Y sobre todo…- silencio – ya no me importa que tú no lo estés. Qué ni siquiera pienses que lo estés…porque claro, está, jodidamente sobrevalorado…
- Uhmm…- lentamente coloca su cabeza sobre sus manos, inexplicablemente tan fijas a la mesa. Su respiración era profunda. Tranquila. Parecía que el fin del mundo se asomaba por sus fosas nasales.

Y, por primera vez, tuve la certeza de que ella, así, con su cabeza recostada sobre sus manos, respirando suavemente, dejando nadar los ojos, ella, esta vez, se sentía un poco más triste que yo…

martes, 10 de marzo de 2009

Relatos de cocina II

Carajo. Creí que había metido los cigarros en este bolso. Y no. Queda caminar el resto de la cuadra. Virar a la derecha. Saludar a tu padre con un “amor y paz” Después de subir por tabaco, sentarse en las escaleras. Mirar de lejos a tu vecino. De nuevo de rojo. Eso te saca una risilla sarcástica. Luego, sentir el día domingo en las rodillas, se hace evidente. ¿Me entiendes? El domingo es así. Entras a tu casa. Vas directo a la cocina. Preparas una taza de leche con chocolate. Pones a Debussy en el aparato musical. Llámale por su apellido, como se les habla a las gentes en las universidades. Por supuesto que te llora la boca a falta de ojos. Dejas caer tu cuerpo sobre la repisa. Parece estar hinchado. Sientes que Debussy tiene todas las respuestas ante esta situación. Entonces es tu imagen hacia arriba, a las habitaciones, con una taza en la mano muy de “te amo mamá”. Prendes las luces. Digo: prendo las luces. Aquí todavía es navidad. Dentro de esta pieza es navidad, siempre. Sigues con Debussy. Cepillas tu cabello treinta y cinco veces. Me limpio los ojos y la boca. Bebo de esa taza. Y lo más importante: saber qué lo único realmente bueno de este lapso cigarros-calle-papá-casa-cocina-cuerpo hinchado- lo mejor, es esta leche sabor chocolate que preparaste en la cocina y saboreas mordiéndote el labio inferior mientras escuchas a Debussy…

martes, 3 de marzo de 2009

¿Y si me dices nada?

Veo tu perfil entre las persianas de este local. En realidad, es que no estás lejos, ni demasiado cerca. Obviamente no volteaste ni un centímetro cuando pasé a tu lado. Es patético ponerme a pensar siquiera si espiabas esta cara mía con lentes postizos, viejos, nuevos, qué más da. No tenía planeado venir a esta hora. Tampoco decir esto, verte en las persianas, pensar que quizá podría hablarte del trabajo, decirte que no me gusta ni un poco. Porque bueno, a decir verdad no sé si algo de hecho me gusta. Es como cuando le cuento a Diana que yo soy infeliz en cualquier lado, y que no quiero hacer algo conmigo, sólo quiero mirar y mirar. Todo eso muy al estilo mío de negación y profunda ignorancia hacia la vida. Que a nadie concierne, mas que a mi. Lo sé, lo sé…no te rías. No me gusta nada que tenga que hacerse con fines lucrativos, los cuales por efecto, me ayuden a encontrar la razón de mi existencia. Cuando salga de acá voy a buscar un cigarrillo. Una boca también. Mañana no quiero ser, no quiero ser…pero habrá que levantarse antes de las seis de la mañana, esperar un autobús. Qué el auto, ya has visto. Además que no tengo. Tengo lo que te dije el otro día: Libros. Muchos libros. Mucho cine. Y eso que jamás es demasiado. Quiero invitarte a salir de este establecimiento. Decirte cuánto me duelen los pies y que no puedo ser suficientemente mujer para que me queden las zapatillas. Invitarte a la banqueta. Comprar esa caja de cigarros. Inducirte a las drogas. Sé poco de ello, but, c’mon. De adicciones sé algo. La vehemencia con la que te hablo, por supuesto, es muy débil. Igual me gustaría. Tú sabes, me gustaría. Porque si fuera precisamente como quiero, ni siquiera lo querría aun siendo mi última opción. Ah. Creo que ya te has ido. Ya te has ido, sí. O creo que ya te vas. Esta vez si volteaste, lo sé. Te vistes de rojo y de pupilas, siempre. Grises. Absolutamente grises. La nariz perfecta en las persianas. A cinco gentes. A cuatro metros como días hábiles. No. Todavía veo tu perfil entre las persianas. Veo que tendré que apretar muy bien el bolso cuando salga de aquí. Sucede el viento, eso sucede. Sucede que ya te fuiste. Sucede nada. No me dices algo. Me queda el pulgar en la barbilla y voltear hacia la ventana nuevamente. Algo después. Algún tiempo después, adoraré reírme como buena imbécil cada vez que repase mi escrito. (Todavía no te vas, todavía…)

jueves, 26 de febrero de 2009

A posteriori


Este momento se irá demasiado rápido: En él te digo que te amo. Y qué no sé quien te ha dicho que no. Quizá soy yo que tampoco afirmo jamás lo contrario. Cual sea, amanece. Después de tomar una taza de café, logro contarte por fin algunas de las actividades que desarrollo cotidianamente: Hago, por ejemplo, besar mucho a Rosa. Escuchar Ambient por las noches. Ver dos veces ese Anime tan sangriento. Hacer otra escultura de periódico y luego barnizarla. Luego, si hay suficiente óleo, pintar mediocremente como siempre lo he hecho. Por las tardes, leer en voz alta veinticinco años de poesía mexicana por tres horas seguidas. Recogerla en la universidad. Fumar a la entrada. Fumar sobre el puente que se levanta a veinte metros sobre la ciudad. Estar sentadas ahí las dos. Caminar hasta el centro comercial acompañadas de su amigo quien usa un gran afro, y que me agrada porque conoce a Jorodowsky. Y cuando estamos allí, me sale muy bien hacer como que no tengo frío. Como que no tengo hambre. Ni suficiente depresión hormonal mientras comemos pizza, o mejor dicho, ella come pizza. Me he dado cuenta que saca fotografías de mi cara cuando no hago mas que observar el suelo. También hago mucho eso de quedarme en su casa. Escucharle murmurar mientras diseña algún empaque para una nueva marca de té verde, Slim, no sé que diablos. Y me gusta su nueva cama. Digo, antes no teníamos. Siguiente: Soy indigente los fines de semana. Si tengo suerte, una buena mujer se queda cuatro horas, luego se duerme, o se va. O simplemente me corresponde oír sus pasos temprano en la mañana antes de salir a vivir su vida rutinaria. Les pido acostumbradamente algo parecido a “envuélveme comida, regálame esa bolsa azul del arcoiris y quiero música, mucha música, más que otra cosa, quiero llevarte conmigo”. Entonces sonríe, responde dame un minuto. Una hora más tarde estamos aguardando por el autobús. Mi misma ropa. Ella va, yo vuelvo. Llegar hasta el día siguiente me recuerda tanto a la universidad. Y como entonces, lloro. Lloro al despertar. Me dirijo grisáceamente hacia mi estantería. Veo una película. Lloro un poco más. A lo mejor ya muy tarde alguien llama al móvil y colgamos hasta después de las dos de la madrugada. Calladamente sabre cuan enamorado está de mí. Pero no vamos hablar al respecto. Ni siquiera él y yo hablamos de eso. Ten paciencia. Voy a dejarte de hablar de mis cosas poco a poco. Dame tiempo. Yo no soy como tú. Espera. Espera. O mejor ya no esperes nada que tenga que ver conmigo. Después de todo, sabes bien que lo que digas, finjas hacer, hagas, a donde vayas, con quien te vayas, no importa. Ni ha importado mucho nunca. Lo sabes bien. Ahora, voy a darme la vuelta. El momento se ha ido. También sabes, del que te hablé, rápidamente, al principio…

domingo, 22 de febrero de 2009

Vimos ese documental acerca del mar abierto.
Es increíble ver todos esos icebergs
 prolongarse a lo largo de Atlántico
y súbitamente,
sentir un frío serpenteando la yugular.

Vimos ese documental y,
ella me dio un beso,
un tibio beso
sobre mis jóvenes arrugas de la frente;
me dijo: dame un minuto, ya casi están tus acelgas.

Ya tengo en mente darle mi falsa inmortalidad. ……………………………
............…Si. Sí. Ella no lo sabe.
Entre otras cosas siempre tenemos la televisión
y las torres de libros. Los juguetes de madera,
los instrumentos de plástico rojo.
Tiene su pingüino de peluche, tiene su camioneta vieja.
Las sodas dietéticas y el magro olor medicinal.

Vimos ese documental,
me alimentó como nadie lo había hecho en siglos,
y digo: sí. Me digo por fin… que llegué a casa…
::::::::::::



De verdad que No.
No estoy viendo hacia tu casa,
tampoco al camino que va directo
  …………………………...........a su ciudad.
Estoy pensando: Hace frío.
Hace un frío desolador.
Y estoy dejando por fin la nicotina.
Qué decisión pendeja, cierto.
Moriré de los vicios de cualquier manera.
Llámese mujer, llámese hombre…
  ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,O cigarro.
Pero llamémosle soledad.
Estamos perdidos. A toda hora.
En todas las posiciones.
A orilla del precipicio.
En huelga de hambre.
En las miradas de disimulo entre dos gentes.
No es verdad que languidecemos todos
sobre esta crisis de sed.
De ser supremos.
No es cierto que extraño nuestro juego masoquista,
ni que quiero una nueva histeria
que me haga escribir mi guión americano.
Tampoco te propongo que no trepes la ventana
si es que te hace feliz la causa perdida que represento.
Cómo decir que No, cuando todo te invita a mi vida:
mi perfume nuevo (he optado por usar alguna vez)
Los aretes de mariposa. Y qué más.
Esto es planeado al azar
con el giro de monedas al aire,
como el tiempo que te da un reloj de arena,
y unos labios,
y el susurro de mi voz que no te gusta.

La verdad es el único camino.
Pero solo extiendo mis ramas,
y abro mis ojos te grito: ven, ven…
de verdad, que no te estoy mintiendo...

martes, 17 de febrero de 2009

Inventario de un duelo (1)

Todos los niños con sus zapatos bien lustrados.
Todos los ojos.
Todas las mochilas y todos los cuadernos.
Todas las horas.
Todo el dinero.
Todos los motivos por los que tenemos hambre.
Todas las caderas que empiezan a ensancharse.
Todos los hombres, y todas las mujeres.
Todas las veces que sin duda, te amé.
Todas las ausencias.
Todas las fracturas.
Todos los momentos que no pasamos por ese puente…
Toda tú.
Todos los autobuses.
Todos los adioses.
Todas las ventanas empañadas de vapor.
Todos los labios mordidos.
Toda la sangre tuya y todos los huesos míos.
Todas las cartas a medias.
Todas las canciones en idiomas diferentes.
Todos los violines que abren sus vientres por la noche.
Todo yo.
Todas las lágrimas.
Todos los bolígrafos.
Todas las hojas, de todos los árboles.
Todos los patios llenos de verde pasto.
Todas las llamadas.
Todas las muertes.
Todos los avisos clasificados.
Todas las abuelas.
Todos los funerales.
Todos los ataúdes.
Todos mis padres.
Todos los tíos.
Todo el aliento.
Todas las sobras. ................................
Y llorar todos los días…

martes, 10 de febrero de 2009

Diario. De "diario"

No voy a ir a tu puta ciudad. Ni a otra jodida ciudad, de otra puta mujer, por el resto de mi puta vida. Cómo comprendes que para el medio día siga con la cara cenicienta y para la noche, tuviese que terminar con la botella azul y caerme en medio de la calle a la vista de mis insípidos vecinos. Cómo te atreves. Y vale, bien. Bien, no todo es tu culpa. No te invité a m fiesta de luces y largas faldas. No bailaste con los tambores como ella. Esta. Ni ultrajaste mis panderos. Pero igual, a que le decía a ella que pintáramos tu nombre noventa y cinco veces sobre la pared.
………….
Tengo la leve sospecha de que le gusto a mi vecino. O será, quizá, que empieza a gustarme a mí, raramente, y me oculto en este tipo de aseveraciones. Ya sabes, es como cuando decían: “Tú puteas con todo el mundo”. Y yo tendría que aclarar la situación: No, ellas y ellos putean conmigo. Qué es diferente, ¿viste? . Y bueno, todo esto obviamente habría de suceder. Sin esperarlo. Años atrás le comparabas con Daniel Radcliffe en las primeras películas de esa saga de Harry Potter. Entonces era menos idiota, usaba pequeños lentes. Un delgado armazón. Ahora, a sus probables diecisiete, usa de contacto grises que combinan con su pantalón preparatoriano. Eso lo noté esta tarde, o era medio día, ¡bah! No lo sé. Y es que me mira con miedo...parecido al miedo. Parecido al “siempre quiero saludarte pero no me atrevo”.Qué carajo. Mañana estará laborando en el negocio de mi madre. Y mi madre no está, y yo estoy a cargo. Y yo le voy a pagar. Y tal vez, durante esas varias horas de angustia, se oculte en la barra del fondo del local, y yo le de ordenes, alguien le traerá un Tupper con comida (digo, su Jefa siniestra no lo vaya a envenenar) y de pronto le mire desde el cubículo de la caja, con el rabillo del ojo, y vuelva a sospechar, escribir, alguna nota inútil como lo es: tengo la leve sospecha de que le gusto a mi vecino.
………….
No te permito dos cosas: Primero; No me gusta que cuando estoy viendo videos musicales con ese chico de playera roja, pases detrás de mí. No a través. Por encima. Por encima de mi espalda. Es decir, no te permito que me pases de largo. Detente. Di mi nombre con tu voz de mármol. Ríete. Sonrójate. Luego voltea como lo hacen los grandes asesinos. Después rebordéate con tus taciturnos ojos delante de mi casa. Necesita venir. Saludarme. Mirarme de lejos como la otra mañana, cuando te di una amplia sonrisa y ahora, si lo recuerdo bien, podría ser que ni siquiera me saludaste. Sufro de alucinaciones si no duermo bien, no lo sabes. Y Segundo; responde cuando te hablo. Cuando yo te hablo. Aquél día de diciembre te reclamé porque abandonaste a tu perro durante tres días y desde entonces, ignoras mis comentarios vacíos. Claro, para ti vacíos. Sólo agachaste la cabeza, pateaste un bote, y seguiste tus pasos. No quiero tus monosílabos. Ni el “sí”, ni el “no”, y mucho menos “toda”. Si acaso, “Te quiero toda”. Pero vamos…ya sé que eso nunca nos va a suceder….

martes, 3 de febrero de 2009

Esa noche...

Capitulo cuatro. Tienes el tono de quien ha vivido mas de un centenario en este lugar. Y como el bosque de la otra Ofelia. Ya has de saber, la que también se viste de verde. Siempre. Qué al igual, nosotras no importamos. Pues tú has navegado por todos los mares alguna vez. Ya fuiste viuda. Neutralizaste tus olores nocturnos. Inventaste un automóvil eléctrico. Tienes pezones fosforescentes. Y sabes tan bien…Al menos así lo creo. Así me lo he planteado cierta noche que pasé con una mujer rubia. Y me tiré en el balcón. Muy cansada de vagar por dunas blancas y beber pociones mágicas que ni el mismo Merlín, ni tú, desesperada. Ah…todo esto es un susurro continuo. Quiero llorar. Quiero tu piel. Merezco tu piel...al menos. Eso me he ganado. Estoy planeando media vida (cincuenta años) para vivirlos contigo.
Aunque ya lo sé. Tengo que dejar estas pociones…
Capítulo cinco. Ah sí. Amanecer. Ir al sanitario a cambiarse algunas cosas. La piel, lo humano. Lo que te hace humano. Amanecer en un capullo de niebla con los muslos agrietados, desnudos de si mismos. Y nadie los mira. Y eso está bien. Estás en una casa ajena donde anoche te drogaste y sólo termina todo, al momento de tu llanto. De ese llanto insulso por supuesto. Dejar ir las lágrimas es un ejercicio puntual si te sientes abandonado de ti mismo. O roto. Fracturado del radio, o del fémur. Convaleciendo por ti. Y nada más por ti. Mientras tanto, te distraes contándole historias de filmes iraníes a una mujer dos años menor que tú, hasta que por fin se duerme. Y no tienes más que esperar, abrazar esas jodidas sabanas verdes. Y amanecer. Dolorosa. Un día como hoy.

sábado, 31 de enero de 2009

Fightless




Capitulo tres. Ocho. Son las ocho.
Necesito decirte dos palabras: Para siempre.
Y para siempre, es mucho tiempo.
Demasiados días multiplicados por siglos infinitos.
Y tu cabello no será eternamente del mismo color.
Tendríamos que pintarlo un día.
No necesito tener veintiocho ni treinta
y cinco para estar segura.
Now: Para siempre.
Love. Now.
Me duele un poco el estómago.
¿Dejaste ir la bala?
  ……………¿Jalaste el gatillo?
 Tenemos ahora un hermoso lecho.
Carmín. Te gusta el carmín.
Sobre todo en mi cuerpo.
 Now, listen.
Este es el plan: Tú vas a dejarme morir.
Yo lo quiero. Yo así lo quiero.
Quiero esta herida demente a las ocho con quince,
quiero decirte para siempre
y con los dientes rojos.
Vas a dejarme de mentir, al menos
de aquí hasta mi muerte...
Lo único que importa
te lo he dicho después
de diez palabras al empezar este texto.

Déjame tragar saliva.
Permíteme que te diga: Para siempre.
Como si ya me estuviese muriendo…
Y no olvides… …………..
(siempre supiste,
  ………………..yo he visto demasiadas películas).

miércoles, 28 de enero de 2009

Capitulo dos. 
Todo se trata de las veinticuatro imágenes por segundo.
Es acerca de pedalear tu vida con un beat parecido
a las sonrisas después de los abrazos.
Los rayos de sol. Las manos casi alcanzándose. Solo dedos.
“Un poco más”. “No me dejes”. “No te mueras, no aun".
“Para siempre contigo”.
Todo lo demás es de cartón.
Incluso, a veces tu silueta saliendo de la cantina
parafraseando calladamente a poetas
con el suficiente valor de decir: me rindo.
Es acerca de extrañar tu triciclo “Apache”.
Rojo, por supuesto.
Se trata de desear a cada segundo un beso de labios fríos,
de alguien con nombre raro, o que se le considere “raro”.
Llámese igual.
Queremos poetizar la vida.
Si de esa forma tenemos mas café a las once de la mañana
mientras alguien desnudo se pasea por el pasillo hasta la habitación.
Y qué alguien, del otro lado del mar te crea asombroso,
genial, estupendo, acojonante, que te diga:
Bravo. Permíteme aplaudir.
Y qué vacío se vuelve eso al cerrar la puerta.
Al voltear la cara. Seguir los pasos.
Ver tu casa sola, sola. Y tú, sola, sola, sola.
A todo minuto.

Todo se trata de esos fragmentos tuyos
que vas dejando en cada país.

De esas cartas, del deseo que te hace temblar y respirar profundo.
Del juguete nuevo, como dice ese chico coreano, quizá…
Vamos, compréndeme.
Tengo hambre ahora…sueño, sed.
Me estás partiendo la humanidad
con tu sigilo de sierra en dos, en tres…
  …………………………………………(lo que sea necesario).

"No sabes cuanto te he esperado". Ed.

Capítulo uno. Ella no tiene nada en especial.
Me lo digo una, dos, tres veces si es necesario.
  ………… ...................... (ella, no tiene).
Pero luego, tarde, de noche,
y después de ver ese film tan de adolescentes te dejas vencer.
Me dejo vencer. Es narcotizante.
Como una inyección de treinta centímetros
y todo el cuerpo se vuelca en un océano
gélido and endless. Y debes abrir la puerta.
Subir, bajar escalones. No importa.
Esto es un edificio. Es una enorme ciudad.
Tan grande que aquí puedes ser común.
Perderte. Y no puedo. No puedes.
Su mirada es invisible a esta hora,
y a todas las horas. Es adictiva.
Tal como la primera perforación sobre el rostro,
o el primer tatuaje -menos en la cadera
- Y esa película la quiero ver otra vez.
 Es un eterno cuento, tú sabes, el narcisismo de todo espectador.
paréntesis, un pañuelo con sangre de fosa nasal, no lo sé.
Es un fármaco capaz de entibiarte el torrente sanguíneo.
Y él no. No tiene idea.
  …………………………………Ella no tiene.
Y qué hago aquí, en el tercer escalón, a solas,
con cáncer de ausencia, descansando la cabeza sobre la cama,
pared, suelo, escalera, mesa… agotada de ti
  ……….desvalida de ella en coma, en fase terminal y empezando.
  ………………No. No. ……….
Qué haría yo aquí, en un simulacro volviendo a enamorarme de ella…

lunes, 26 de enero de 2009

Debilidad

Hablarte de la debilidad que representa dejarse caer, sobre esas sillas, del precipicio, desde la terraza con globos rojos…o desde el cielo y hasta el fondo, o si me quedo prendida y bastante lejos sosteniéndome en el mismo lugar...y que tú no me digas mucho, y que aprenda que no te gusta verme a otro lugar mas que a los ojos mientras sonríes porque estarás pensando: ¿eres tú? ¿De verdad que eres tú? Verdad que este es el color de tu piel, y que de este tamaño son tus manos, y que no hueles a otra cosa que no seas tú. Que caminas de la forma en que pensaba, y que de hecho, me guste el acento de tu voz. O las marañas del cabello. Ahora has visto que combina con mis zapatos. Y por supuesto, era eso necesario hasta el punto del quiebre. La taquicardia del abrazo. Ya sabes, que ya te he dicho en tu cara que hay días donde no puedo despertar, has visto como muevo la boca, y cómo simplemente dejo resbalar los ojos si te digo: querida, eso te destruye. Es normal, todo escrito a esta hora, mi hora…la hora que tenemos a las once, a las cinco y treinta cuando nos esperan en cualquier andén de ciudad no tan sucia, todo escrito es una verdad interminable. Lo real es el momento parecido al intercambiar bisutería o pequeños lapiceros rosas…muy pequeños. Como yo hasta tu hombro. Como yo hasta cualquier altura…y a esta hora, presientes…tengo tanta debilidad en estas manos…
Tendrías que volver frente a mis pasos. Explicarme...nada mas verme. Y de verdad que esa era yo...Soy yo.

sábado, 17 de enero de 2009

Esto nunca nos sucedió




Love.

Antes, cuando la tierra
era muy joven
y tu cara a mis
ojos, y tus dientes,

nos pasamos de largo.

Me miraste como se torna la vista
a lo absurdo y tendrías que decir:
no, no me acuerdo de ti. Lo siento.
Y corrías, desvanecida, con tu mochila
café, y entre las gentes.

Pero,
algo me dice que seguro
recuerdas esa canción.
Teníamos la vibración dentro, y el hola
o los “holas” y entonces éramos dos
arrumacos bien vestidos, y las risas
y otras cosas supongo, también.
Decíamos: un minuto. Un minuto por favor.
Entonces podíamos guardarnos la
conciencia en una caja,
y yo podría simplemente tomar
mi cuerpo cuesta arriba, y costurar
las horas con alambre,
y hurgar mis bolsas de aire para
poder existir. Un minuto.
Quién nos decía luego,
que el asfalto estaba cerca, y que quizá
solo quizá, ocurría en el remate ese final,
tan extraviado, donde tú, como yo
nos rendíamos y alargamos las bocas
para después nada más, asentir que
esto nunca nos sucedió.




Love.

Antes, y ahora. Entonces ahora,
podía escuchar Sparks,
y ver una película
con el muerto Heath Ledger
y pensar, que también te cantaba
You're just too good to be truth,
And I saw sparks
, y llorar a lo lejos
porque ya no te canto, jamás.
Antes, love, te esperaba en una
noche como esta, cuando éramos
todavía mas jóvenes, cuando todo
lo que somos no veía aún,
este mundo nuestro
siempre,
tan lleno de imposibilidades…

miércoles, 14 de enero de 2009

Obligaciones sensatas

Cuando estás en la noche común, recostada sobre una cama cubierta de sabanas blancas, esas embriagantes con un olor muy intenso a mujer de menos de veinte…bueno, es necesario obligarse a ciertas cosas. Es necesario, por ejemplo, forzarse a despertar. Tomar tus dedos, llevarlos hacia tus ojos y abrirlos, dices: puta madre, ábranse. O algo parecido a “no seas ilusa, no te vayas a dormir”. Es intensamente puntual que te hagas fuerte para volverte a sedar las venas, bueno, todo el cuerpo. En realidad todo, como siempre. Es bastante pertinente que convenzas a tu frágil humanidad a tomar esa botella de tequila nuevamente y sonreírles a ellos dos. Olvidar esta fiebre intensa seguida de las conversaciones inhumanas contigo. Y con ella. Entonces algunos vasos llenos después, tienes que obligarte a leer una antología de poesía latinoamericana, le sostienes con manos pequeñas y trémulas. Mientras finges ser bastante sensata, ya sabes, quieres decir que esta no eres tú. Esa mujer con cuadros depresivos severos no eras tú. Que si preguntas muy filosóficamente qué hay con la tristeza profunda, ellos dicen: no, la verdad que no. Porque tú sí. Vuelves a llenar el vaso. Vuelves, siempre vuelves. Porque cuando le preguntas a su cuello: ¿puedo leerte? Ella dirá: sí, si tú quieres…Luego entonces todo sería mutismo. No hay amor que sobreviva al mutismo. Y ella te diría algo como: Sí. Si después de tu voz viene la calma del quiebre. Pero ella no está. Puedes por consiguiente, obligarte por la mañana a despertar, repitiendo el ejercicio de dedos-ojos y las maldiciones. Convencerte, y sentarte con cara de miedo en la orilla de la cama, terminar otro libro de Milan Kundera. Empezar con Saramago. Planear ir a visitar a Isabel y acampar en su patio trasero. Esperar la mañana para salir con ese gesto anémico, comer, estar bajo los arboles, esperar…Y bueno, obvio, obligarte a ser paciente...

lunes, 12 de enero de 2009

Paralelismo º1


E)
No nos queda mucho por hacer,
sobra dejarse caer al piso verde
lleno de hierba/
queda esperar/
callarse las cosquillas de los
………………………………bichos
……………………………………que
………………………………………….suben
……………………………te hunden,
………………..te tapan,
te arrastran
adentro la selva tropical,

resta abrir los brazos y
esperar una bala de cañón
que te destripe,
observar a las cuatro de la tarde
las cenizas volar junto a las hojas
y el abuelo te mira con desgana
al notar qué tan hedonista eres.
Luego, llega su adorable esposa
a espantarte el orgasmo:
¡puta madre, estás tirada donde
se caga el perro!

Pero entra a la cocinilla
para prepararte coctel de frutas silvestres,
y escucharla maldecir es tan familiar…
entonces queda halar las mecedoras
hasta el mango, estar ahí, juntos los tres
devorar…
…………………….y
………………darle una bofetada a la muerte
___
_______________
_____________
______________________
(Hache)
Hoy vi tu nombre en el encabezado de un periódico local. Era una cosa de deportes, me parece. Era temprano, aun no me bañaba, o si me bañé no lo recuerdo. Estuve vestida todo el día de la misma manera. Tú no vas a saberlo, o como que no voy a escribírtelo o como que no vas a leerlo. Ya no me sabes. Lo mejor es que yo sé hasta tus dos apellidos. Tú solamente podrías tener la jota y las vocales, a lo mejor mi edad, y las fechas. Verdad, qué ya no importa. Hoy en día parece que no le intereso a nadie. Pero viene el deseo carnal, y los ojos no se ajustan. Viene el calor mexicano y los baños fríos, y calientes, según la televisión. Ah…tú no sabes lo que vivo ahora. Tú no sabes que pude y quise. Sabes abandonarte. No podrías saber que ahora estaría mas al centro del país, tirada en una calle, inyectándome melodías en algún bar. Fallándome el corazón. Enterrándome hombres, mujeres, y homosexuales. Cuánto pudimos perdernos en las hierbas. Cuanto pude evitarme y, aprender a escribir. Pero tú dices que publique ya, así, de joven. Ahora no hay demasiado que contarte, a lo sumo…existe el día de hoy, y tus preguntas, y tu pieza a lo lejos a kilómetros, no sé cuantos….no sé donde, nunca lo quise contar.

martes, 6 de enero de 2009

¿Por qué olvidé la cámara sobre el librero?

C) Las condiciones de luz no serán jamás las mismas.
Y esta casa antigua muy de pueblo.
Aunque viviésemos de nuevo bajo el jade,
no, nada sería igual..
Es necesario tatuarse la cámara sobre el pecho,
traer el nombre del lugar inocuo que te habita.
Arrastrar las sillas,
escribir un nuevo libro de imágenes.
Pero no tengo nada más que mi cuerpo,
y esta ropa. Estas piedras, y el alambre oxidado.
Esta tela, los pigmentos naturales, mi desnudez de ídolos.
No tengo nada.
Sigue el vagón esperando y la suerte hambrienta.
No hay ningún sitio seguro donde masturbarse
  ……….((siempre, con la mano izquierda)
Y guardar,
  …………..guardar la carne en una caja
  ……………………..eternamente abierta.
¿qué se hace en este montículo de vida?
muy abajo, en el olor de la madera vieja.
Querer llorar. Desatinarse.
Prefiriendo siempre ser más mujer que un hombre ciego,
cómo forjar esta existencia de escritor mediocre
o fotógrafo sin empleo, o hippie sofisticado…
como retratar un lugar, donde el invierno no alcanza…
  ………………………………siempre es otoño…

 D) qué afortunado este momento mío,
afortunada vida mía, en desventura
ah sí…”no basta con volver”,
en un segundo planeo invitarle un cigarrillo al abuelo,
pero no… sólo me quedan cinco y poco dinero en el morral,
ya no cine, aretes, hojas, libros, pulseras, sólo la tierra…
en una hora la abuela va a despertarse a reclamarme
el olor a tabaco que ha quedado impregnado en la ropa sobre el tendedero
-no importa, no es mas que su vestido rosa mexicano-
no quiero bañarme en días, no quiero levantarme de esta silla
que se mece a si misma si la dejo al viento,
no quiero dejar estas sombras ni este sol,
o la vista verde mas al norte.
Llévame céfiro, hiéreme quiero estallar mi cuerpo,
ser gotas sangre, ámbar sobre hojas
quiero, quiero, quiero
qué vida cinematográfica la mía
necesito volver a emborracharme,
detesto comer las sobras del día
me odio en todo lamento
 pero que triste que soy,
y qué feliz,
qué feliz me siento