
martes, 30 de diciembre de 2008
"mira, he levantado el vuelo" - G.G.

Vienes, hecha de aire y plomo
como todas las cosas estos días.
Como mis pies a la cama, y a la tierra
…al agua
…y a la sangre. Vienes
………desde el fondo del estudio,
por detrás de los sofás laminados,
entre las maletas de tanta gente, vienes, amor
……vienes, mientras me eres un esternón
y costillas que se olvidan a cada instante,
y las sabanas se nublan, las hojas se disparan,
son un cohete de hambre entre todas las piernas del lugar.
Vienes, como un animal bruto, y rastrero,
que dice ese hombre: se aferra a la vida.
Vienes, y dejo parir
----aferrada a tu brazo
……..mi último grito
----------------de libertad.
B)
Como se ve lo nunca visto.
……………Como se toca lo etéreo,
donde las rodillas se subyugan,
y los cuerpos se penetran de tal forma
que no alcanzan los dientes
…ni la voz
…ni las sombras dentro
----de las habitaciones,
ni la risa ha encontrado una cueva para brillar
hasta el fondo del túnel,
o para cortarse de un tajo al final de la garganta.
Ahora te veo, diminuta,
------congelada y deforme,
donde se quiebran los huesos de los mas fuertes,
y el alud se hace inverso en el tuétano de los mas débiles.
Atisbo cansada el reloj y la frontera.
Estás con tu humanidad apretándote el cuello,
estás, viviendo en medio de espirales de glóbulos rojos
sollozando la piel.
Ahora, al darme la vuelta,
-------voy a guardar mis ojos
--------------------en los bolsillos…
viernes, 12 de diciembre de 2008
Memento

miércoles, 3 de diciembre de 2008
Farewell to the afternoon

jueves, 27 de noviembre de 2008
Relatos de cocina y soledades

martes, 25 de noviembre de 2008
La malade imagginaire

A Stephen Crown
Siempre fui una niña muy enferma. Ahora estoy en el mismo hospital. Ella no ha venido a verme, ni…vendrá. Tú estás como todos los días, desde hace unos cuantos años. Me proporcionas mis medicinas. Los sábados por la mañana cambias el color del tulipán. Le pones agua. Me lees un libro que me haga reír. Y hace semanas que ya no hablo, estoy, nada más estoy. A veces te veo y te admiro hasta que mis ojos se parecen más a ti. Al reflejo de ti. Y te sonrío. Te mando un beso como sólo los sé mandar yo. A veces viene mi madre, y llora un poco, me da un beso sobre la mano, sabes que me gusta besar a mí también esa parte del cuerpo. Cuando estaba un poco sana, le tomaba fotos a mis muñecas, que como nadie muerde, me gusta morderlas yo. También me das masajes. Cepillas mi cabello. Me tocas los labios con los dedos cuando crees que duermo y no me doy cuenta. Parece que después de todo no está tan mal, esto. Y tú cuidándome por las noches. Y estar ahí cuando toda mi familia viene, se lamentan, me hacen un pequeño show. Luego se van y te quedas. Te llama el médico diciendo que hay una nueva opción. Lo piensas un rato. Pero sientes que eso no está bien. Me han llenado de jeringas el cuerpo, ya antes. Alguna vez rechazaste el viaje hacia una clínica ubicada allá al norte. Te has cansado de todo lo que me dicen, de los químicos, de los tratamientos que me queman los pulmones. Así que haces como vimos en televisión. Tomas mi camilla, y corres, corres y corres. Evades, burlas a las enfermeras y los señores doctores. Salimos hasta la calle. Yo te veo al revés, desde abajo. Tienes una cara aventurera y segura. Y vamos a través de las aceras, y de pronto alzas los brazos, señalas el nuevo bazar. La mujer delgada que antes era gorda. Los niños de colores. Te miro, dices: Don’t worry beautiful. Me miras, te sonrío. Y supongo que seguimos, y sigues corriendo. No hemos encontrado ningún lugar llamado algo así como “Heartbreak wonderland”.
martes, 18 de noviembre de 2008
"Beauty and a widow"

domingo, 16 de noviembre de 2008
Dinámicas inofensivas del silencio I

viernes, 14 de noviembre de 2008
Arabesque

jueves, 13 de noviembre de 2008
Volver
lunes, 10 de noviembre de 2008
Poemas huerfanos I

Me pregunto la posición provocadora en la que duermes,
entre la música del bar y el vómito común,
pero te prometo...no mío.
Ya tenemos experiencia en estas flagelaciones.
Lo sabes bien.
Tú talvez más que yo y pienso
la palabra: imaginar.
Te imagino entre mis muslos morenos
y tibios o en el baile
hacia abajo
hacia arriba
de lado a lado,
en la música.
Porque además del alcohol
estás tú y mi fiebre próxima
como "un cabaret ambulante",
y el público tú,
a que bailas conmigo,
nos decimos con mímica: te amo.
Imaginar/tu cuerpo dormido encima del mío,
….aprovechándose del mío
....................caray... qué tiene el vodka...
que nos hace libres.
___
Suscribo;
lugares con tu nombre:
los callejones,
los vasos de plástico,
los sitios en la red con canciones gratis,
las entrepiernas muy limpias,
las calles húmedas de amor,
el lugar vacío donde la lluvia se siente feliz de llorar
y por fin,
se masturba.
Los días con viento tardado,
las copas frecuentadas,
melodías anacrónicas que se derraman desde mi piel,
los instrumentos con un sitio acomodado
para los besos de bellas mujeres,
y el lugar preciso de nuestra ausencia
cuando te dan ganas de correr,
trasladar el espíritu,
donde te habita el sonido,
de tacones alejándose.
___
Las historias se escriben una y otra vez así mismas.
Enloquecidas, llenas de fiebre.
Por si solas, siendo flemáticas,
bastante egocéntricas.
Partidarias del narcisismo.
Las guitarras, las flautas
y los violines, cantan, se hablan,
se muerden, se prenden fuego.
Componen una estática voz para llamarte.
Tú tienes todas las respuestas,
me tienes todas las maneras.
Irremediablemente.
Eres el cantante a las doce de la noche.
Cuando ya no se sabe si es noche,
o"buenos días".
El pájaro azul que se pasea por las mañanas.
El cigarro que hace tanto mal y necesario.
Y yo soy guionista, como oficio emblemático,
y moribundo.
Como que tu blando pecho gime
y relata: Una historia muy nuestra...
y a cuarenta grados que sucedió jamás.
____
Memorice como se ha de escuchar de ti: asesina.
Qué te mato a todas horas,
en todos los huesos de todas las pieles,
de cada una de las reacciones
o como reaccionarás en diciembre,
- cómo fraseas las canciones -
y pensé, si acaso recuerdas el parque.
Tienes en tu lugar de refugio,
cierta canción muy de allá.
Y tú lo sabes, y no me digas,
que yo lo sé, soy ignorante de tu voz.
Soy ignorante de tus sitios.
Pero te soy el rojo, el verde, y el amarillo.
Te soy bailando, y hasta el final del amor.
Memorice, las palabras que me dices siempre.
El correo que no te mandé nunca.
Memoricé de ti, todas las condenas,
que me hacen muy ebria
volver al momento con tu nombre
clavado, orilla a orilla.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Inside Out

Hubiese dado lo mismo.
Irse o quedarse.
En todos los sitios del pueblo
llovía,
como si el cielo estuviese a punto de morir.
Esos días son mucho de los taxis, los “cuanto le debo”.
Mis maletas. Las fiestas por la noche.
Que te de un poco de frío y estén ausentes los abrazos.
Nada más se hace cuestión de sacar la mecedora y el chal negro.
Abrazar la ausencia.
Rotar un poco la cabeza y fascinarse.
Estas situaciones me llenan de mi.
Cómo es posible poder tener la mente quieta,
la felicidad desvalida, la tarde hablándome,
decir: quedarme. Decir: me voy.
Frente al patio, desfilan mujeres con velos
y se cubren con un paraguas.
Niños tocan tambores.
Protegen a su santo con una manta gris.
Es la lluvia tan eminente.
Pertinente, iracunda.
Idolatrada por mí.
Yo pienso, ponerme pronto mis zapatos
y gritarles: ¡Llévenme! ¡Llévenme!
27 de octubre
Toda la mañana ha sido perfecta. Tengo suerte de que aquí, en este sitio varado, pueda decir: perfecta. Muy de momentos perfectos. Una mujer ha estado hace horas allá en nuestra verde calle, intentando componer su auto. El abuelo le ayuda. A veces lo escucho hacer rabietas, muy propias de él. Todo aquí, en está casa herrumbrada es tan enternecedor. Como ahora, no puedo solo escribir debajo del mango. Es abrumadora la certeza de que, físicamente, anímicamente, y todo, es tan perfecto. El sonido de los arboles y este intenso céfiro del sur. Las olas verdes. A la tienda por cabezas de ajo. Ayer volví, por la tarde. Después de una jornada intensiva de futbol para niños y la piel achicharrada. Días de comida rápida en famosos establecimientos. Muchos “juega conmigo”. Y mi llanto por las noches. Extrañaba tanto este lugar, de ser sincera. A lo mejor por la tarde voy a visitar a la tía Oti, por ahora, inunda olor a adobo toda la cocina. Pedazos de amor abuelesco en forma de pollo. Y es todo, de nuevo, avasallante, que si existiera en mi un gramo de pesadumbre, aun así, no lo escribiría.
Te he visto, revistiéndote de cosas tan nuevas.
En los bares ficticios, a la hora de la decisión.
Te he visto desnudándote para nuevas gentes,
enterándote por otras lenguas
cómo me gusta ahora,
apretar mis labios
con ese gesto familiar melancólico,
muy de “chiquilla en la edad ingrata” o ya sabes,
los “tengo que irme”.
Bajar los párpados,
como esperando el azote de tu voz.
Y tus caídas, tus originales miedos al darme,
cual sea el motivo, de creer, de creerme,
sin duda, indispensable.
Te he visto la mueca,
de que intuyes cómo te estoy dejando ir.
Yo me dejo, igual, todos los días.
Me levanto tan tarde. Tan yo, muy yo.
Y sin duda alguna.
Como esta casa es muy mi casa,
con severo viento a las diez A.m.
El humo de los fogones,
la abuela todavía lavando, eligiendo,
sopesando, si poco aceite, o si yo,
voy a desayunar un capricho de niña enajenada,
de no ser sólo un ciudadano corriente
que se levanta cada día, a primera hora,
diciéndose a si mismo: debe ser.
Te he visto sin verte, mujer.
Y eso sería pues, lo mejor de todo.
De la nula situación. De ser creyente.
Sin creer en nada. Por que, a lo sumo,
tenemos las dudas impacientes,
de qué será mujer,
qué será mañana. ....
____________
Aun si no vinieras,
y se me pasara la hora de tu risa,
de tu llegada, de los ratos sombríos,
aun te pasara de largo yo misma,
me llamarías, me amarías
te esperaría junto con mi cuerpo de fiebre
y tú, desde adentro me dirías: vine.
Mientras, entierras tu daga
como un abismo cerrado y definitivo,
tal una novia embarazada de amor hacía el altar,
y aun vomitara mares, esa caverna llena de rosas,
que se llama ombligo, que también es herida de mi madre,
a la hora de mi muerte. Amén.
Aun si no vinieras, cuando no vienes,
cuando sé de verdad que “no vienes”,
te espero con mi lengua, con mi sal.
Con el azúcar desde el vientre muy tuyo,
pero que dice mi madre, es muy mío
por que tiene sobre su lado superior derecho,
un lunar café abotonado.
Yo te espero.
Hasta que mi espina dorsal se doblega,
donde se chorrea la tarde,
la soga de Dios levantando las carpas,
y entonces se hace la noche.
Luego se hace de día,
y estoy, sentada, en el mismísimo lugar
del hambre de ti, y en somnolencia,
te grito repetitivamente: amor, amor…
Eres el amor. Único.
Lacerante, como debe ser el amor,
para mi. Indómito.
Y cómo tal, te suelto las cuerdas:
Para siempre. ....
_____________________
amor mío;
he decidido que de cualquier forma
y a pesar de nuestras manifestaciones
y puntales desenfrenos, o mejor dicho los míos;
he decidido no decirte tanto "amor, amor, amor".
Y es que tienes un nombre
y siempre me empeño a no decirlo.
Ojala uno de estos días
me ayudes con el por qué.
También porque de tus voces,
de tus poemas casi perfectos
-que leí otra vez esta tarde -,
el por qué de tus piernas monolíticas
y largas, de por qué te vi sonriendo bajo la lluvia
y acá en el sur.
Pero por sobre todo dime:
Te equivocas.
Cuando me pongo recta
y muy seria, a tratar de sacar
insulsas conclusiones.
__________________________
.... intente mucho reflexionar.
siempre la misma cosa,
siempre mi misma mente.
Pero, lo más cercano a la hora,
de la hora exacta,
es siempre igual,
y de verdad
completamente incompresible.
Comprendí que no es lo mismo decir:
nos ataca.
A: nos ata acá, la muerte.
Y un sin fin de vanidades siempre sin sabor.
Qué no es lo mismo el amor,
cuando le digo sobre su nuca quimérica:
me desespero.
A cuando le digo a mi madre,
qué desespero. O "te dejo",
"es mi suerte" "ocho horas",
"qué puedo hacer" "y sin embargo".
Sigo. O cambiar comúnmente el predicado
de las oraciones que no nos convienen.
El tiempo, y la persona.
También, es posible.
Si tomas un hilo del color de tu dedo,
y lo aprietas mucho hasta que duele,
hasta que son uno.
Y ya no es lo misma caja de la sangre
que es tan libre aquí afuera.
Intento en vano reflexionar,
mi vida es la misma,
ave rapaz,
nube de agua
ventana con luz que se contiene
_____________-
. .... abres el libro,
destapas la luz
que sonríe
eternamente
con su boca de sol.
abres el libro,
lames las hojas,
me lees.
me invocas.
te comes mi brazo.
muerdes mis costillas
sabor anticristo.
Toda tú te conviertes en un monstruo de incienso.
y toda tú, sin mas,
te esfumas, te afilas los dientes,
me vuelves un hueco
de palabras vacías,
abres el libro,
colocas tus ojos
ahora dentro de tu corazón
luego te liberas,
muy a tu forma de parir la oscuridad.
..............Tu mundo
.........................es un lobo.
miércoles, 29 de octubre de 2008
De ti
Amor, te he llorado de abandono,
te he llorado, de ti.
De angustia, de desprecio.
De todo, te he llorado.
Y el llanto se ha pegado a las paredes,
como un material viscoso
que no se acaba de ir de mí.
Tan humano, como el dolor de los hombres,
y a la par, su vivaz esperanza.
Ya sabía yo, me derrame en ti, tantas veces.
Siempre buscando orificios más hondos
donde viajar,
astillas en dónde colgar mi disfraz andante.
Hoy recorrí el mismo trayecto que me trae a casa,
y entre la hierba me punteabas los pasos.
Y como letritas disparejas y muy juntas,
me perseguías las mismas líneas, desde mis pies.
Después, llegue a casa y te he llorado.
Éramos juntas un destierro.
Miedo al sur, y a los largos océanos.
La mujer de blanca cabeza pregunta:
¿Nombre?, que cómo te llamas, dice.
Tú, deberías estar contenta, no te dejo,
te abandono y no te dejo.
Quisiera contártelo todo. Quisiera hablarte por siempre. Pero hoy, anoche, fue de esas noches acrobáticas, llenas de las otras yo. Y las otras tú. Hubo que irse a la cama con una cara más apática que triste. Ver el televisor bastante rato y no entender. He regresado a la gran casa de la abuela, hoy, más o menos temprano. Era preciso entonces borrar la mugre de mis pensamientos, de mis palabras también. Como querer a ti, borrarte. Hoy hace un día bastante agrietado. Fui a la tienda por un bolígrafo de tinta negra. Y aun no para de llover. Era como perseguida por las nubes, y a lo lejos la verde oscuridad de siempre. Tan de aquí. Profunda, densa…sucia, por lo tanto. Quise dormir en la hamaca. Recomponerme. Sedarme. Pero se hacía presente un vértigo desde los pies. Algo así como la conocida Náusea ya sabrás de quien. A momentos, cuando estoy sola, incluso para la desolación, me digo: estoy triste. Más bien; estoy triste de ti. Y me susurro: Borrón. Bolígrafo nuevo. Persona nueva, yo. Y como intentando mi inútil vida, he tratado de ser en tiempo presente. Vivir. Luego, por las noches (como anoche), los días, los vicios. Los inevitables ayeres. Me convertía en esa mujer fuera de tiempo. Una pasión irascible hacía el pasado. Y la temprana nostalgia hacia el futuro. Aun, claro, desconocido. Pero ya, lleno de convicciones que martillan las sienes. Yo quisiera contártelo todo, hablarte por siempre. Anoto: Cuando vuelva a casa, voy a leértelo todo, muy al estilo de mi silencio.
Te me estás cayendo desde muy alto/ precipicio.
Yo te dejo caer.
Intentamos numerosas veces
rendir como ofrenda el coñac/ los vicios.
Todo muy a medida de las situaciones.
Absolutamente añejados.
Y yo sé que muy a pesar de los “sí”,
siempre ha sido un “no” y muy grande.
Yo comprendo como son las cosas.
Qué sin decir: te vengo. Te vienen.
Y empiezo yo a mostrar los daños,
muy por encima, sigo entonando canciones
frente a largas pantallas blancas y una luna tres cuartos.
A ti, no obstante, te ha vencido ese hueso tuyo,
en forma de raíz. Y aunque no quiera, te has hundido.
Ha mudado tu voz, de boca y de garganta.
Como un largo poema, ya sin nombre.
Yo te dejo caer, como soltándote.
Me lo has pedido tantas veces.
He de ser, lo que soy,
y a modo de tortura te arrastro,
y me dices, te levantas: Hálame.
Hálame. Yo te llevo hasta abajo,
y te abro un paréntesis,
para que vivas allí,
por el resto de mi vida.
miércoles, 15 de octubre de 2008
Crónicas y poema del abuelo
_________________________________________
Esa cuestión de la espera,
pareciera es hereditario.
El abuelo. Domingo por la tarde,
ha estado al pie de la colina y aguardaba.
A veces grita como avisando.
Y la abuela y yo pensamos
que alguien se acerca. Pero no.
Se está ahí, taciturno y hermoso.
Se está ahí, sin camisa.
Meciéndose en la silla de colores,
y espera. Algo espera.
Y como que se pone triste y lluvioso.
Lo observo desde el baño. Grita de nuevo.
Otra vez es el buen nadie
caminando sus pasos viajeros.
Me digo entonces,
que uno no puede ser superior a su familia.
No esa cosa absurda de ser grande.
Ni las mansiones, o los muchos autos.
No, no eso. Ser, sencillamente
un dulce hombre moreno que espera
a la orilla de una colina sobre la silla de colores.
Ser lluvioso y taciturno.
Esperar el momento preciso.
Cuando los ojos, se asombren,
se sacudan, rían, se revuelquen
tal un perro ahíto de felicidad.
Al ver lo que siempre se espera.
Y yo, bueno, no sé.
Tampoco trascendería por algo más,
hacer más poética cosa que esa,
de esperar, como si fuese hereditario.
viernes, 10 de octubre de 2008
Poemas varios
Qué dulzura la suya al tomar mi mano
acá en las calles.
Qué ternura y qué compasión humana
al decirme: hija.
Hemos visto escombros amontonados en las esquinas.
Una ciudad tan sucia y pobre.
Ojos acechantes a los bolsos.
Qué sutileza al decirme: Agarra bien tu cámara.
Y qué bonitos mis ojos café. “Te pareces a mi hermano”.
Salimos. Le conté mis planes de las latitas verdes
en mi nueva cocina. Y el aceite de oliva extra virgen.
Miraba el anillo que dice mi nombre al interior.
De nuevo tomaba mi mano y me decía: de piña tu paleta.
Qué dulce mujer la tía Oti.
Y qué paciencia. Para salir, salir conmigo
como arrastrándome.
Como siempre llevándome.
Y su silencio, tan maduro como una fruta,
y su dulzura cítrica protegiéndome los párpados.
Me es difícil la lucidez.
Intento (o pienso) cada día,
cada tarde o cada mañana, escribir.
Relatar. Luego anochece.
Se me van las piernas en caminar,
se me van los poros en transpirar.
Y en los besos a niñas pequeñas.
Se me va el día en la boca, y en las risas.
En las cocinas, las piedras desiguales.
Trato de decir: la tierra colorada.
O las minúsculas sillas.
Abro mucho mis ojos para buscar fantasmas
en la negrura de la noche, pero sólo encuentro el ir
y venir del agua y su goteo sobre las cazuelas,
como nidos abandonados por el patio.
Y me propongo plenitud.
Es complicado esto de la lucidez.
Y escribirlo.
Te digo que no estamos.
Aunque las cosas están en orden
y de pronto, mi vida es muy segura y tú,
con tu mirada de ocre, volteas,
trabajas, estás en tu habitación.
No estamos.
Eres puntual a tu llegada, sin embargo.
De día, de noche. En distintas ciudades.
Con otras mujeres, con otros hombres
-hombres horrendos – que me creen muy aburrida.
Y mi cinismo. Es similar siempre, tu arribo.
Aún en distintos soles. O meridianos.
O cuestiones de dinero.
Además de no estar, nosotras.
Te digo que nosotras. Y
somos tan lejos.
No estamos.
Y vienes, me vienes. A veces fría.
A veces caliente. A veces de viento.
De mil formas, tocas mi puerta.
Yo te abro. Me rindo. Me humillo.
Te lamo el paladar.
Oprimo tu cara en mi pecho.
Y como siempre, te hago el amor a deshoras
muy a pesar de ti. No estamos.
Y me duermes desnuda dentro del ombligo.
Amor, quisiera alguna vez, decirte “no estamos”
y que de veras no estés.
lunes, 6 de octubre de 2008
Llamarte/desangrarte
sábado, 4 de octubre de 2008
Querida Brecha:
jueves, 2 de octubre de 2008
Pequeñas fotos tuyas
martes, 30 de septiembre de 2008
Algo llamado seducción
/28 de septiembre
lunes, 29 de septiembre de 2008
Acerca de la perfección

jueves, 25 de septiembre de 2008
Estilo mon amour
Y el mundo,
se hace diminuto
Te llevo como
como la música
vio en mi
aquí
Muchos bailan.
Escribo, mi oficio
Te llevo conmigo.
Te digo: me sangras desde el brazo.
Es nuestra manera de bailar.
Tengo el bar y los
Un, dos. Un, dos, tres.
Ellos se ríen conmigo.
Encojo mis
saben que aquí son
Ellos bailan.
Hay ese
Me castigas,
Hay un crescendo de fiebre,
me sangras desde el brazo
martes, 23 de septiembre de 2008
Weekend II

19 de Septiembre de 2008
Los taxis estaban ahí. Pastel, comida china, compras. Tengo una, dos, tres pulseras nuevas. Los supermercados no tienen nada en especial. Sólo historias. Siempre historias. Hombres, mujeres. Prisa. Y yo pienso en la perfección. La abuela preguntándose de que talla de braga usa mi mamá. Yo no sé. Surge una urgencia. Muchas risas y también prisas mías. ¿Cuándo vamos a parar? A dejar de ser esporas, carne y un saco de piel con huesos. Y tener que movernos como una casa con pies. O tapancos. Querida abuela, los taxis estaban ahí. Y nosotras elegíamos más aretes. Yo buscaba dinero en el morral que trajo Marcela de Sarajevo. Nos esperaba la cena entonces, y hubo que decir “quiere llover”. Comprar galletas. Comprarnos una sonrisa cabal. Abuela, los taxis aquí emulan el amarillo y el blanco. ¿Por qué allá donde vives, es todo verde y azul?
__________________________________________________________________
Más tarde
Escríbeme, Waltz.
domingo, 21 de septiembre de 2008
De Heartbreak Wonderland

jueves, 18 de septiembre de 2008
Nataly

miércoles, 17 de septiembre de 2008
Inventar-te
domingo, 14 de septiembre de 2008
Últimamente en ti
Otra vez es domingo y escribo. Como que se hace costumbre, estos días perfectos para observar la ventana que sigue bastante rota. Esta vanidad de no hacer nada. La lluvia allá afuera, la lluvia en los ojos y los poros, siempre. Dicen que es un huracán llamado Ike rondando la zona. Lo recuerdo bien. Pero eso no es lo importante. Es decir, relevante la tormenta o la luz ausente allá como a las cuatro después de esas llamadas a las tres y media; “puedo ir mañana a tu casa”. O “ven a tomarte una copa conmigo”. Insuficiente el sueño, que puedes responder muy lúcida, todas a esa hora. Y la locura perpetuamente en madrugada. Continúo estirando mucho mis brazos para tocar el agua que escurre desde las cornisas. Pensando en ti, últimamente pensando en ti. A que te diluyes en mis manos. Sentía una inexorable desesperación por no olvidar la fiebre que me nacía, la enajenación debido al resplandor azul de los relámpagos sobre la cara, y esa capa de sudor muy delgada por que el cuarto es muy pequeño y hay demasiadas casas alrededor. Qué difícil no pensarte entonces. No cubrirse el rostro, y no oprimir los párpados. Desear recordarte por la mañana, y querer decirte todo lo que hoy sucede aquí. Prender el televisor ya cuando despierto. Muy de caricaturas. Y sentirme un poco rendida de tus huesos pesados. Como de llenar mi cuerpo de todas esas letras que no pueden vivir sin nosotros. Ni nosotros sin ellas. Y te he recordado mucho ahora por la tarde. Mucho después del desayuno. Ocurre que, hay algo acerca del paso de los días que a veces se merece explicar. El único problema es que aun no sé cómo hacerlo. Sólo es algo parecido al sonido del Cello y del Violín cuando termina cierta canción muy arriesgada. A sentir de nuevo, los tobillos vacíos de lo que llaman perspectiva. O mis noches cuando no duermo, y es darse cuenta otra vez que las enfermedades no se marchan, ni tú te marchas, ni este sentimiento muy nulo de felicidad a que más tarde estaré colmándome de tiza los pies para permanecer estática a la entrada de este barrio, mientras la tempestad despliega sus alas…y yo, ingenua, como pensando en ti. Últimamente en ti. Como si fuera cierto, a que también me piensas y que allá como aquí…nunca deja de llover.
viernes, 12 de septiembre de 2008
10-4 cambio...

Si vivieras acá querida, ahora mismo iría a buscarte. Justo ahora…por que el infinito de los “sí”, de los “no”, de hecho de los insulsos “quizá”, me está alcanzando. La noche es muy hueca. Como todas las noches, es verdad. Pese a esta situación, ocurre (definitivamente) que aunque lloviera, las visitas, tu propio aburrimiento. Golpearía tu puerta bastante alto, me compraría una sonrisa para dársela con un moñito a tu mamá. Pueda ser entonces, que me diga: Espera. Ya estando contigo, adoradamente contigo, te tomaría las dos manos, te miraría los ojos fijamente muy a
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Autoretratos
Dejabas caer el cuerpo. Contra la cama, la banqueta, la ciudad entera, repleta de caos.
Y esos eran los días en que la gente caminaba sobre ti. Lamías tacones y cuero. Carne, sal, la vida en miseria. Luego, una mujer con demasiado cabello en la frente, venía a colmarte de besos, escondidos, en cada uno de los rincones de la habitación. Ya esperabas las palabras, ya. “Qué puta eres”. En ese entonces no dolía. Digo, no dolían muchas cosas. Se arreglaba el pelo con tus cremas, lloraban tanto. Hacían los hombros para adelante, se juntaban los pechos. Había una transpiración por el ambiente tan, pesado. Lo llamo pesado, o quizá denso. Por que ni las drogas que no tomabas, ni el ajenjo o la poesía; se comparaban al filo y a las notas musicales. A veces, todavía, te quitas toda la ropa, vuelves a dejar caer el cuerpo, boca arriba, y estiras mucho los brazos, las manos, los dedos y cierras los ojos y alguien se posa sobre ti. Como invisible. Empiezas a serpentear entre la tela con olor a ti, de sangre, a vicio, a ti…siempre a ti, solamente. De mañana, de tarde, encarnecida. Te comienza una fiebre de ausencia. Tanta ausencia, deslizándose por los pilares, a través de tus torres; que hay que decir, que el cuerpo es un templo. Que nunca has apreciado en realidad.
Y esos eran los días. Mínimos y máximos. Te tomabas muchas fotos porque de pronto habías descubierto un no sé qué muy expresivo en tu rostro tolteca. Y siempre el blanco y negro, has de saber. Venían hombres, como aun vienen, venían mujeres y hombres y los esperabas a todos. “Qué puta eres”, dicen. Las personas aun no entienden que se trata del amor. Todo para ti, se trata del amor. El amor es grande. No es el trabajo, ni las horas de sueño. Qué te quita el sueño. Qué te hace trabajar. Ni la esperanza famélica. Son, por ejemplo, esos países que mueren de hambre, más importantes que tu vida sexual o, básicamente asexual. Todo se trata del amor. Por eso dejabas caer el cuerpo. Querías comprender un poco este desorden. Mínimo y máximo. La soledad embelesadora en medio de la calle. Tantos escritores que te inundaban. Los adultos mayores a tu alrededor. Quienes no te hablan de nada. Y que decían mucho. Querían hacerte atisbar, que no eras bella…y que el amor es de uno a uno, uno para uno.
Fotografía por Ofelia Waltz: Autoretrato
Serie: loquepasoanoche